miércoles, 13 de marzo de 2013

La sabiduría de los niños - Relatos

Nunca sabes lo que un niño va a decir, es sorprendente: Al autor y orador Leo Buscaglia, se le solicitó que fuera parte del jurado de un concurso.
El propósito del concurso, era encontrar al niño más cariñoso.
El ganador fue un niño de 4 años cuyo vecino era un anciano, a quien recientemente se le había muerto la esposa. El niño, al ver al hombre sentado en un banco del patio, y llorando, se metió en el patio con el anciano, se subió a su regazo y se sentó.
Cuando su mamá le preguntó que le había dicho al vecino, el pequeño niño le contestó: "Nada, sólo le ayudé a llorar".

Debbie Moons, maestra de primer grado, estaba discutiendo con su grupo de alumnos, una pintura que representaba a una familia. En la pintura había un niño que tenía el cabello de diferente color al resto de los miembros de la familia. Uno de los niños del grupo sugirió que él niño de la pintura era adoptado y una niña, compañera de él, le dijo: "Yo sé todo acerca de las adopciones, porque yo soy adoptada".
* "¿Qué significa ser adoptada?" preguntó el niño, y la niña le contestó:
* "Significa que uno no crece en el vientre de su mamá, sino que crece en su corazón".

Una niña de 4 años estaba con su pediatra; mientras el doctor le revisaba los oídos con el otoscopio, le preguntó: "¿Crees que adentro me encontraré al Pájaro Abelardo?". La niña permaneció en silencio. Enseguida el doctor tomó el bajalenguas, y mientras revisaba su garganta, le preguntó: "¿Crees que ahí dentro me encontraré al monstruo galletero?", y de nuevo la niña no contestó nada. El doctor puso el estetoscopio en el pecho de la niña, y mientras escuchaba su corazón, le preguntó: "¿Crees que escucharé a Barney ahí adentro?" "Oh, no" contestó la niña, "Barney está pintado en mis zapatos, en mi corazón está Dios".

Una vez que conducía mi automóvil desde mi trabajo hacia mi casa, me detuve para ver un juego de béisbol de las pequeñas ligas, que se estaba jugando en un parque cercano a mi casa. Cuando me estaba sentando en el banco de la línea de la primera base, le pregunté a uno de los niños cuál era el marcador: "Estamos abajo 14 a 0", me contestó con una sonrisa.. "¿En serio?, le pregunté; tengo que admitir que no pareces estar muy desanimado".
"¿Desanimado?" dijo el niño con cara de confusión, "¿Por qué debo estar desanimado?. Aún no hemos tenido turno de bate.
Siempre que estoy decepcionado de mi vida, me detengo a pensar en el pequeño Jaime cout. Jaime estaba intentando conseguir ser parte de una actuación en la escuela. Su mamá me dijo que había puesto su corazón en ello, pero aún así temía que no fuera elegido. El día que fueron repartidas las partes de la obra, yo estuve en la escuela. Jaime salió corriendo con los ojos brillantes de orgullo y una gran emoción. "Adivina qué mamá", dijo, gritando las palabras que permanecerán como una lección para mí: "He sido elegido para aplaudir y animar".

Una lección para el corazón es mi hija Sara de 10 años, quien nació sin un músculo de uno de sus pies, por lo que usa un aparato que le permite caminar. Un hermoso día de primavera llegó de la escuela y me dijo, que había competido en las carreras de los eventos deportivos de la escuela. Debido al soporte de su pierna, empecé rápidamente a pensar en algo que decirle para darle valor y animarla, acerca de que no dejara que eso la desanimara, pero antes de que yo pudiera decir algo, ella dijo: "Papi gané dos de las carreras". Yo no podía creerlo. Después dijo: "Tuve ventaja". Ah, ya lo sabía, pensé que la dejaron salir corriendo antes que a los demás. Pero una vez más, antes de que yo pudiera decir una palabra, ella dijo: "Papi no me dejaron correr antes que a los demás. Mi ventaja fue tener que correr más duro que los demás".

En Nueva York, un niño de 10 años estaba parado, descalzo, frente a una tienda de zapatos apuntando a través de la ventana y temblando de frío. Una señora se acercó al niño y le dijo: "Mi pequeño amigo, ¿qué estás mirando con tanto interés en esa ventana?". La respuesta del niño fue: "Le estaba pidiendo a Dios que me diera un par de zapatos". La señora le tomó de la mano y le llevó adentro de la tienda, le pidió al empleado que le diera media docena de pares de calcetines para el niño. Preguntó si podría prestarle una palangana con agua y una toalla. El empleado, rápidamente le trajo lo que pidió. La señora se llevó al niño a la parte trasera de la tienda, se quitó los guantes, le lavó los pies al niño y se los secó con la toalla. Para entonces el empleado llegó con los calcetines, la señora le puso un par de ellos al niño y le compró un par de zapatos. Juntó el resto de los calcetines y se los dio al niño. Ella acarició al niño en la cabeza y le dijo: "¡No hay duda, pequeño amigo, de que te sientes más cómodo ahora!" Mientras ella daba la vuelta para marcharse, el niño la alcanzó, la tomó de la mano y mirándola con lágrimas en los ojos le preguntó: "¿Es usted la esposa de Dios?

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