Hay quienes suponen que en realidad dijo “¡echad la suerte!”, que no es lo mismo. Aunque tanto un sentido como el otro hacen referencia a “librar algo al azar”, un abogado, político y formidable militar como Julio César, difícilmente hubiera sido capaz de librar al azar una decisión tan importante y de consecuencias tan perdurables.
Cuando decidió rebelarse contra la autoridad del Senado, ya tenía enemigos que en algún momento habían puesto precio a su vida. Ahora tendría muchos más. Asumía grandes riesgos, pero calculados. Había diseñado minuciosamente el destino de sus ejércitos y, con extremo cuidado, las estrategias a desarrollar durante las campañas. Si algo resultaba mal calculado, si alguna estrategia tenía fisuras, si un detalle del plan trazado había pasado inadvertido, ya no había vuelta atrás. Ya no quedaba margen para enmendar errores, no había posibilidad de corregir el rumbo. El éxito o el fracaso del momento histórico que viviría, estaría determinado por si las cosas habían sido bien proyectadas o no.
En algún sentido, nuestra vida tiene cierta similitud. “La suerte está echada”, en realidad no tiene absolutamente nada que ver con el azar ni mucho menos con la suerte. Tiene más relación con que ya no queda mucho más futuro por proyectar, el tiempo de hacer planes llega a su fin y ya no queda margen para corregir errores, cuando las consecuencias se están haciendo presentes. Toda vez que el arrepentimiento personal, la Gracia y el Poder restaurador de nuestro amado Dios, están hoy más vigentes que nunca, nuestra vida no es otra cosa que el resultado de las decisiones tomadas desde la otra orilla, antes de cruzar el río; es decir en el pasado. Si hubo grietas en las estrategias, si algún detalle de nuestro plan de vida pasó desapercibido, cuando las consecuencias de los actos ya caen por su propio peso, desde entonces no hay margen para corregirlo.
Sí, como cristianos, perdón, Gracia y Poder restaurador para comenzar de nuevo. Pero las consecuencias, los resultados de las buenas o malas decisiones del pasado igual nos toca afrontarlas.
No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.
(Gálatas 6:7 RV60)
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