Quizá el cambio se debió a que su madre le había desanimado sobre la carrera de abogado. Años más tarde comentó: "Mi madre creía que no sería un buen abogado, probablemente porque nunca le pude ganar en una discusión".
Sus padres, trabajadores inmigrantes, se sentían orgullosos cuando se graduó como médico pues él era la primera persona en la familia en recibir una educación de esa índole.
Pero aunque escogió ser doctor, la verdadera pasión de Salk era la investigación. Le intrigaban las afirmaciones científicas contradictorias que hacían los profesores, lo que le impulsó a estudiar inmunología, incluyendo la investigación.
Durante su segundo año en la escuela de medicina, cuando se le presentó la oportunidad de pasar un año completo haciendo investigación y enseñando, no la desaprovechó. Al final de ese año, recuerda, me dijeron que podía, si quería, hacer una graduación en bioquímica, pero preferí quedarme en medicina.
Creo que todo esto estaba ligado a mi ambición original o deseo, que era servir en algo a la humanidad, por así decirlo, en un sentido más amplio que de uno a uno.
En 1947, Salk se convirtió en director del Laboratorio de Investigación de Virus de la Universidad de Pittsburg. Fue allí donde comenzó a investigar el virus de la polio. En aquellos días, la polio era una terrible enfermedad, capaz de incapacitar a quien la padecía y que se cobraba miles de vidas cada año, siendo los niños las víctimas más frecuentes.
La epidemia de polio durante el verano de 1916 en Nueva York dejó a 27.000 personas paralizadas, mientras que otras 9.000 fallecieron. Después de ese año, la epidemia se hizo algo tan común, que cada verano miles de personas escapaban de las grandes ciudades para tratar de proteger a sus hijos.
En la primera mitad del siglo XX, la investigación viral todavía se encontraba en pañales. Pero en 1948, un equipo de científicos de la Universidad de Harvard descubrió la manera de producir en el laboratorio grandes cantidades de virus, lo que permitió que la investigación se hiciera más amplia. Sobre la base de aquellos hallazgos científicos y otros trabajos de vanguardia, Salk empezó a desarrollar una vacuna contra la polio.
Después de más de cuatro años de continuo trabajo, Salk y su equipo de la Universidad de Pittsburg lograron desarrollar una vacuna en 1952. Hicieron algunas pruebas preliminares con personas que habían contraído la polio y habían sobrevivido. Pero la verdadera prueba sería inyectar la vacuna, que contenía células inactivas de polio, en personas que no habían contraído la enfermedad.
Durante sus años de estudio, preparación e investigación, Salk había mostrado su dedicación ayudando a los demás. Sin embargo, una cosa es creer en algo que uno está haciendo y otra es comprometerse completamente con ese algo. En el verano de 1952, Jonas Salk inoculó su vacuna a voluntarios saludables. Incluidos en ese grupo estaban él, su esposa y sus tres hijos. ¡Eso es compromiso!
El compromiso de Salk dio resultado. Las pruebas de la vacuna fueron exitosas, y en 1955, él y su ex mentor, el Dr. Thomas Francis, hicieron arreglos para vacunar a cuatro millones de niños. En 1955 se habían reportado 28.985 casos de polio en los Estados Unidos. En 1956, ese número bajó a la mitad. En 1957 se registraron únicamente 5.894 casos. Hoy día, en los Estados Unidos, gracias al trabajo de Jonas Salk y los subsiguientes esfuerzos de otros científicos como Albert Sabin, prácticamente no existen casos de polio.
Jonás Salk dedicó ocho años de su vida a derrotar la polio. Pero su verdadero deseo era ayudar a la gente, lo que demostró más aún al decidirse a no patentar la vacuna que había creado. De esa manera podría usarse para ayudar a la gente en todo el mundo. Podría decirse que el equipo con el que estuvo más comprometido fue con el de la humanidad.
Muchos prefieren evadir los compromisos, pero sus vidas terminan ignoradas. Sólo quienes viven con compromiso verán el cielo abrirse. Comencemos por comprometernos con Dios.
Has amado la justicia y aborrecido la maldad; Por tanto, te ungió Dios, el Dios tuyo, Con óleo de alegría más que a tus compañeros. Salmo 45:7
Mi alma ha guardado tus testimonios, Y los he amado en gran manera. Salmo 119:117
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