Por favor cambia tu mente a la forma de la de un niño, para que puedas entender la Palabra que Dios tiene para ti hoy.
En una famosa película aparece un personaje que posee una peculiar brújula. Esta brújula apunta a lo que más quieres. Si esta brújula existiera en la realidad ¿A dónde apuntaría?
No vamos a pormenorizar sobre la historia del joven rico (que todos o la gran mayoría conocemos), sino que enfocaremos nuestra atención en el elemento más importante de este pasaje: Para el joven, su riqueza era más importante que Dios.
Todos podríamos argumentar: “Pero es que él fue un hombre bueno, sabía la palabra de Dios, obedecía sus mandamientos desde muy pequeño; ¿Por qué Jesús le dijo a un hombre tan “bueno” como éste que debía vender todo lo que tenía? ¿Por qué Jesús no aceptó de inmediato en sus filas a un hombre tan “correcto” y justo”? ¿Qué vio Jesús en este hombre tan “perfecto” que nosotros no vimos?”
Sabéis, existen muchísimas personas que viven en la misma condición que este joven: No adulteran, no matan, no dan falso testimonio, honran a su padre y a su madre, por lo que nosotros no tendríamos inconveniente en decir que son “buenas personas”, y aun así están muy lejos de Dios ¿Por qué?
Jesús, a través de este pasaje, nos enseña una verdad grandiosa: La fe cristiana se trata de tener a Dios en el primer lugar de nuestras vidas. De nada sirve ser un buen hijo, alguien que cuando ora, los enfermos se sanan y los endemoniados son liberados, alguien que no dice mentiras, ni mata, ni fuma, ni bebe, ni adultera, ni hace nada malo, de acuerdo a nuestro contexto. Pero, si no amas a Dios con todo tu corazón, que es el primer mandamiento y más importante; ni amas al otro como si fueras tú, básicamente, no estás haciendo nada.
Jesús es grandioso reconociendo qué es lo que nos impide acercarnos a Dios. Recordemos que nosotros nos fijamos en las apariencias, pero Dios se fija en el corazón.
Jesús tiene un propósito con nuestras vidas y es acercarnos a Dios Padre, pero para acercarnos a Dios se debe destruir el impedimento, esa roca grande y pesada que nos obstaculiza el camino para llegar a Él.
Mientras nosotros veíamos a un personaje bueno, justo y honesto, Jesús veía a un personaje que tenía su mirada puesta en sus riquezas y no en Dios. La Biblia dice que cuando Jesús le miró, le amó; seguro que Jesús quería que este joven llegara a Dios, pero su voluntad, la del joven, no le permitió hacerlo porque tenía su confianza en las riquezas.
¡Cuántas veces no ha querido Jesús añadir a su rebaño a tantos! Pero si en la voluntad del hombre no está el aceptar a Cristo en su corazón, no importa cuán “bueno” sea, que siempre vivirá lejos de Dios.
Podríamos pensar: “Muy bien, entiendo la palabra, pero no se aplica en mi vida porque no tengo mucho dinero como aquel joven.”
Lo que más aprecias, aquello a lo cual no estás dispuesto a renunciar, aquello a lo cual te aferras día y noche temiendo perderlo, aquello que buscas con todo tu corazón, esa es tu riqueza y, si tu riqueza no es Dios, ese es el impedimento que te aleja de Él.
Los cristianos somos muy propicios a juzgar la forma de obrar de la iglesia tradicional, pero no nos damos cuenta de que, en algunos aspectos, somos muy similares. Puede que no tengamos imágenes en nuestros templos, pero vivimos aferrados a las imágenes de recuerdos que no queremos dejar ir; no nos arrodillamos a adorar las estatuas, pero nos arrodillamos ante el dinero, ante el poder, ante la vanagloria y ante el orgullo. ¿Hay alguna diferencia entre postrarse ante algo que se ve, que postrarse ante algo que no se ve? La idolatría consiste en tener cualquier cosa o persona antes que Dios en nuestro corazón; no hay diferencia, pues la idolatría es idolatría y no le agrada a Dios. No pensemos que si nos acercamos a Dios de esta manera nos va a recibir.
¿Cuál es tu impedimento? ¿Qué es lo que más aprecias? ¿Qué es aquello a lo que no quieres renunciar? Muchos viven aferrados a un recuerdo triste o feliz y no lo dejan en el pasado; otros viven aferrados a una persona que ya no está, y puede que tengan objetos de él (ella), para recordarlo(a) y no dejarlo(a) ir; otros viven aferrados a su conocimiento y a su inteligencia, y son incapaces de renunciar a su mente carnal y confiar en Dios; otros tienen tantas riquezas materiales, que han puesto su confianza en ellas y no en Dios.
Si queremos ver un avivamiento genuino en nuestras vidas, debemos empezar por reconocer el impedimento y renunciar a él. Puede doler mucho, sí, ciertamente dolerá mucho; pero si logramos hacerlo, con la ayuda del Espíritu Santo, seremos personas que entraremos a un nuevo nivel con Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario