domingo, 13 de enero de 2013

La guitarra desafinada - devocional - vídeo

Si el Señor no construye la casa, de nada sirve que trabajen los constructores; si el Señor no protege la ciudad, de nada sirve que vigilen los centinelas.
Salmos 127:1 (Dios Habla Hoy)
Hace algunos días estuve intentando hacer una trabajo sobre mi clase de guitarra pero, mientras trataba una y otra vez de tocar un circulo de notas en secuencia, pude darme cuenta de que tenía un  problema que no había notado; había estado aprendiendo toda la teoría y sabía las posiciones de cada nota, pero no había aprendido a afinar el instrumento, y eso tal vez fue porque no le di mucha importancia. Darme cuenta de eso me llevó a la conclusión de que por más que supiera como se toca cada una de sus notas, o cuanta habilidad hubiera en mis dedos para cambiar de una posición a otra, de nada me serviría si no aprendía a escuchar atentamente para poder afinarla.
Estuve pasando por alto lo más importante, desarrollé mi destreza y mi habilidad, pero no le presté atención a lo principal. Lo que hace que realmente un instrumento se escuche bien es la afinación, y, por más que lo intentes, un instrumento desafinado nunca podrá dar las notas correctas; eso me hizo reflexionar en la vida espiritual que llevamos: ¿verdaderamente está afinado nuestro corazón con la voz de Dios? ¿Cuántos detalles pasamos por alto a veces pensando que no son importantes?
Sin darnos cuenta podemos hacer de nuestra vida espiritual esa guitarra desafinada que alguien toca pero no logra dar con las notas correctas. Y es que conocimiento y habilidad todos tenemos, y si nos falta no tardamos en desarrollarlo con el tiempo, pero ¿cuántos nos preocupamos por estar alineados a lo que Dios quiere hacer, a lo que su voz nos dice que hagamos? Podemos estar pasando por alto las indicaciones o la voluntad de Dios, al estar preocupados por mostrar nuestro conocimiento o nuestra habilidad en algún ministerio.
A veces comenzamos a hacer las cosas al revés y después nos preguntamos por qué no funcionan como deberían, por qué no vemos los resultados, o por qué de pronto vimos que terminó esa labor que un día comenzamos con entusiasmo; y la respuesta es que, en realidad, nos olvidamos de lo principal: “saber escuchar a Dios, qué nos dice, qué desea y cómo quiere que lo hagamos”. Es únicamente el estar afinados con Dios cuando podemos estar seguros de estar haciendo lo correcto.
La oración es el medio que afina nuestra vida con la voz de Dios. Los momentos de comunión con Él son los que nos preparan para estar atentos a lo que quiere decirnos; cuando comienzas a carecer de esos momentos tu espíritu se empobrece, mengua, se desafina y dejas de ser ese instrumento útil que da notas de adoración a su Creador.
Cuando Dios te eligió para ser un instrumento de bendición no vio todo tu conocimiento, ni tus habilidades, el vio un corazón al que tal vez le faltaba mucho por desarrollar, pero que sin duda podía ser útil si se permitía ser afinado a las notas de Su voz. Dios no buscaba la perfección en ti, Él siempre está en la búsqueda de obediencia y disposición; disposición a escuchar su voz, y obediencia para hacer lo que nos dice.
No pienses que es suficiente con una buena voz, con la simpatía, con la inteligencia o con la cantidad de instrumentos que tocas; si no sabemos escuchar la voz de Dios no nos servirá de mucho, seremos como una hermosa guitarra desafinada, que por más que se esfuerce jamás sus notas serán las indicadas.

Naciste para volar, para triunfar, para vivir por encima de cualquier situación, pero nunca olvides lo más importante: “por quién estás donde estás”. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario