Había un hombre tan precavido que...
Que nunca se rió ni jugó;
él nunca se arriesgó, ni nunca intentó nada,
él nunca cantó u oró.
Y cuando un día murió,
el seguro de vida se negó a pagar,
porque, como nunca había vivido,
¡dijeron que no había muerto!
él nunca se arriesgó, ni nunca intentó nada,
él nunca cantó u oró.
Y cuando un día murió,
el seguro de vida se negó a pagar,
porque, como nunca había vivido,
¡dijeron que no había muerto!
Por lo tanto, si existe tal potencial de sufrimiento cuando tratamos de crecer y alcanzar metas en la vida, ¿por qué lo intentamos?
Una razón es que Dios nos ha bendecido con un impulso interior que nos lleva a mejorarnos en la vida. Con mucho acierto alguien ha dicho que ”llegará el día en que el riesgo de quedarse como un brote es más doloroso que el riesgo de florecer“. Y sabemos que no podemos recoger rosas sin correr el riesgo de herirnos con una espina.
Pero cuando la posibilidad de enfrentarnos a las espinas es demasiado dolorosa, recuerda que es cuando Dios te inspira a cortar nuevas rosas, puedes confiar en que Su fuerza y Su dirección te ayudarán a caminar entre espinas.
Samuel creyó, y el Señor estaba con él, no dejó sin cumplimiento ninguna de sus palabras. 1Samuel 3:19
No hay comentarios:
Publicar un comentario