En cierta manera, él no era distinto de usted y de mí. Fue criado, y adoptado, por una familia de clase media. Al crecer era enérgico, bromista y divertido. Sin embargo, era diferente.
La única excepción pudiera ser su esposa, que fue lo suficientemente fuerte como para afrontar todo lo de él y capear las altas y bajas de su personalidad. Fundó Apple, tuvo un hijo fuera del matrimonio y llegó a ser rico y famoso. Su visión del mundo era en blanco y negro; o uno estaba bien o mal; sus emociones fluctuaban entre los dos extremos. La mayor diferencia entre él y nosotros era su pasión: pasión por la excelencia.
En las escuelas de negocios estadounidenses se enseña a satisfacer las necesidades de los accionistas (accionistas, inversionistas, dueños, acreedores y suplidores), maximizando, más que nada, el rendimiento de las inversiones.
En realidad, los gerentes generales satisfacen sus necesidades primero, obteniendo salarios de 6 a 8 cifras, enormes opciones de acciones y "seguros dorados" al jubilarse. Steve pensaba que aquello estaba equivocado; creyó, fundamentalmente, en "crear un mercado basado en grandes productos y la innovación" y lo probó con iTunes, iMac, iPod, iPhone, iPad, e iCloud.
Anteriormente, se había convertido en Gerente General de Apple de nuevo en 1997, ya lo fue antes, cuando la empresa estaba al borde de la quiebra. Él y su equipo trabajaron día y noche para corregir esto. A veces llamaba a alguien a medianoche sobre una gran idea que le había venido. Era un trabajador determinado e incansable.
En 2004 se sometió a cirugía para extraer un tumor pancreático; en 2005 se dio cuenta de que pudiera haber sacrificado su salud en el proceso. En 2009 se sometió a un transplante de hígado. El 5 de octubre de 2011 falleció, ante el dolor y sorpresa del mundo de que un icono público se había ido.
Algo antes, en el verano de 2011, decidió conseguir un mapa financiero para su eventual jubilación; tenía 61 años. Tras investigar varias semanas en Internet buscando un asesor financiero, su esposa y Steve entrevistaron a dos sujetos reputados en el área de la bahía de San Francisco.
Uno de ellos se veía exitoso; manejaba bienes multimillonarios para sus clientes. Tenía unos 12 empleados trabajando para él; era muy profesional y organizado. Sin embargo, le impactó verle pálido y frágil para su edad, para sus 40 años.
El dinero no significa mucho si no tenemos salud. A menudo, mientras estamos en esta “carrera”, perseguimos dinero o éxito pero descuidamos nuestra salud. ¿Será el éxito un material más importante que la salud… o será al revés?
David B. Lo.
Esta narración nos debe llevar a una seria reflexión sobre lo que es realmente importante. Su autor se pregunta al final si el éxito tiene sentido si no está acompañado de la salud. Y agregaríamos que el concepto de salud sobrepasa la buena condición de nuestro cuerpo e incluye necesariamente nuestro alma y espíritu, ya que fuimos creados por Dios de esta manera.
La vida es mucho más que los logros personales; la salud física de la que podemos gozar para disfrutarlos tiene que ver con sabernos parte de una comunidad a la somos llamados a bendecir, aunque algunos más y otros menos.
¿Cómo nos vemos a nosotros mismos al reflexionar sobre esto? ¿Por qué no permitirle al Señor guiarnos mediante Su palabra y Su Espíritu al respecto?
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