martes, 4 de diciembre de 2012

Sed - Reflexión

Cuentan que una vez un hombre navegaba por el océano y su barco se hundió; estuvo a la deriva durante varios días antes de que, milagrosamente, fuera encontrado por un bote pesquero. Al recuperarse de su pésima condición contó el peor error que había cometido.
Al sentir una sed desesperante, bebía agua salada y, por la sal contenida en la misma, lejos de saciarse, sentía más sed e introducía sal y arena a su cuerpo que le deshidrataba más y más.
Muchas veces cuando sentimos sed de amor, cariño, comprensión, verdad o atención, la buscamos en cosas que, lejos de saciarnos, nos dejan peor que antes. Así, el solitario se refugia en otro más solitario; el falto de amor lo busca en los placeres y la vida desenfrenada; el incomprendido se refugia en vicios y mal carácter para llamar la atención.
Es hora ya de que dejes de llenar tu cuerpo de agua salada. Jesús dijo: “mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna”. Juan 4:14 .
Así que no busques más saciar tu sed, sea como sea, en las cosas de este mundo. El único que puede saciarte es tu amigo y creador, Jesús. Haz la prueba, no cuesta nada ¡y lo ganas todo!
Juan 6:35
Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás.

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