Cualquiera que sea la necesidad que pueda tener hoy en mi vida siempre podré encontrar una promesa en la Palabra de Dios, que fácilmente se puede adaptar a esa necesidad. Si me siento sin fuerza y cansado, encuentro una promesa como esta: Él da fuerza al cansado y aliento al de poco ánimo.
Cuando leo una promesa como esa siento el respaldo no solamente de la promesa, sino de aquel que dio la promesa. Si me siento solo y abandonado, Él me dice: No te dejaré, ni te desampararé, y esa promesa me hace recordar a Aquél que la dijo. Sé que Él no miente. Sé que Él jamás dice algo que luego no cumple; Dios siempre cumple todo lo que promete.
Si hoy tengo hambre de Dios, si deseo buscarle con todo mi corazón y alimentarme de su bondad, encuentro entonces esta promesa: Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Con estas promesas no sólo encuentro fuerza y seguridad sino que me hacen decir como el salmista: Acuérdate de la palabra que has dado a tu siervo, en la cual me has hecho esperar.
Puedo llegar con seguridad, confianza y con mucho respeto ante el trono de su gracia y decirle: Señor, Tú lo has dicho, he creído en tu Palabra y en ella he esperado, y al expresarlo mi alma se llena de confianza y seguridad. Hoy puedo esperar en las promesas de Dios y estar seguro de que nunca quedaré defraudado. Su Palabra permanece para siempre y ella me hace estar confiado.
Si hoy me siento desconsolado porque el pecado me ha llevado por camino de tristeza y mis rebeliones parecen aumentar, su promesa llega a mí para decirme: Yo deshice como a nube tus rebeliones, como a niebla tus pecados, vuélvete a mí. Jesús ha dicho claramente, el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasaran. Sus promesas son como una fortaleza en medio de las dificultades y angustias diarias de la vida.
La vida a veces me sorprende, mas en medio de esas sorpresas la Palabra de Dios también me sorprende con una o varias promesas que se ajustan precisamente a la sorpresas de la vida. Con Dios, las sorpresas de la vida no me asustan, sino que las sorpresas de Dios me asombran.
Señor, Gracias por tus preciosas y grandísimas sorpresas. Esas sorpresas son promesas y en esas promesas yo siempre puedo estar confiado. Una promesa tuya es como un cheque girado a mi nombre por el presidente de un banco. Tú eres el creador del universo y de mi vida.
Tus promesas las puedo hacer efectivas en la realidad de tu presencia. En ellas puedo descansar. Tus palabras llegan siempre en el momento más necesitado de mi vida y en esa promesa encuentro fe. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario