domingo, 25 de noviembre de 2012

Una visita especial - Motivación, reflexión

 Ruth miró en su buzón del correo, sólo había una carta. La tomó y antes de abrirla notó que no tenía sello, solamente su nombre y dirección.

Querida Ruth:

Estaré en tu vecindario el sábado por la tarde y pasaré a visitarte por la noche. Con amor, Jesús.

Sus manos temblaban, no podía creer lo que había leído.

¿Por qué querría venir a visitarme el Señor? No soy nadie especial, no tengo nada que ofrecerle...

En ese momento Ruth recordó el vacío reinante en los estantes de su cocina.

No tengo nada para ofrecerle. Tendré que conseguir algo para la cena.

Buscó en la cartera y dejó caer el contenido sobre la mesa: Diez euros y cuarenta céntimos. Compraré algo de pan y alguna otra cosa…

Se puso un abrigo y se apresuró a salir.

Un kilo de pollo, medio de pan y un litro de leche...

De camino a casa, Ruth escuchó una voz:

¿Señora, señora....nos puede ayudar?

Ruth estaba tan absorta pensando en la cena, que no pudo ver a las personas que le llamaban.

Era una pareja; se les veía muy mal, sucios, harapientos.

Mire señora, no tengo empleo, mi mujer y yo hemos estado viviendo en la calle, desde hace tiempo, tenemos mucha hambre y frío, no tenemos nada, podría usted ayudarnos....

Ruth les miró con más detenimiento, estaban muy sucios y evidentemente desnutridos. En ese momento pensó que ellos podrían obtener algún empleo si realmente quisieran.

Señor, quisiera ayudarles, pero yo también soy una mujer muy pobre, tengo sólo un poco de pan y muy poca comida que está destinada a un importante huésped que vendrá a visitarme esta noche.

Está bien señora, entiendo, gracias de todos modos y perdone la molestia. El hombre puso su brazo sobre los hombros de su esposa y se fueron.

Al verles irse así, Ruth sintió un fuerte latido en su corazón y gritó: ¡Señor, Señor, espere!

La pareja se detuvo y vieron como Ruth corría hacia ellos. Por favor, acepten esta comida, ya se me ocurrirá algo para servir a mi invitado...Y le entregó la bolsa con los alimentos.

¡Gracias, señora, muchas gracias! ¡Si, gracias!, dijo la mujer temblando de frío.

Sin pensarlo, se quitó el abrigo y lo puso sobre los hombros de la mujer.

Sonriendo y llena de gozo por lo que había hecho, Ruth, volvió a su casa, sin nada en sus manos, tiritando de frío y con la alegría, por un lado de haber hecho el bien y por otro con la tristeza de no tener nada para la cena.

Antes de abrir la puerta se dio cuenta de que había otra carta, con las mismas características que la anterior, sin sello, ni remitente. Tomó el sobre y lo abrió:

Querida Ruth:

Gracias por la deliciosa cena y gracias también por el hermoso abrigo. Con amor, Jesús
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Jesús te dice:



“Porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver".

Los justos le responderán: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber?
¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos?
¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?"
Y el Rey les responderá: "Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo".”. Mateo 25: 35-40



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