viernes, 30 de noviembre de 2012

Corazón Valiente - Reflexiones


En 1926, el rey Eduardo I de Inglaterra organizó un gran ejército y cruzó la frontera de su nación para entrar a Escocia. Eduardo era un líder muy diestro y un guerrero temible.
Era un hombre alto y fuerte que había ganado su primera batalla cuando acababa de cumplir los veinticinco años. En los años siguientes, se convirtió en un veterano experto en pelear en las Cruzadas.
A los cincuenta y siete años obtuvo una importante victoria en Gales, a cuyo pueblo derrotaría y cuya tierra anexaría.
En ese conflicto su propósito había sido muy claro: contrarrestar la impetuosa temeridad de los galeses, castigar su soberbia y luchar contra ellos hasta su exterminio.
Durante un tiempo, Eduardo intentó manipular el destino de Escocia. Se las arregló para hacerse amo del territorio y luego poner allí a un rey débil de carácter, un hombre al que el pueblo escocés llamaba "Toom Tabard", que quiere decir "capa vacía". Luego le hostigó hasta que hizo que se rebelara y le dio a la monarquía inglesa una razón para invadir el país. El pueblo escocés fue humillado.
Eduardo saqueó el castillo de Berwick y masacró a sus habitantes. Otros castillos se rindieron rápidamente. El rey escocés fue despojado del poder y muchos creyeron que el destino de los escoceses sería el mismo que el de los galeses. Pero llegaron a esa conclusión sin tener en cuenta los esfuerzos de un hombre: Sir William Wallace, a quien todavía se le honra como héroe nacional de Escocia pese a haber transcurrido más de setecientos años.
Si usted vio la película Braveheart (Corazón valiente), entonces tiene una imagen de un William Wallace luchador y decidido que valoraba la libertad por encima de cualquier cosa. Se esperaba que su hermano mayor, Malcolm, en su calidad de primogénito, siguiera los pasos de su padre como guerrero. A William, como a muchos de los segundos hijos de aquellos tiempos, se le preparó para el clero y le enseñaron diferentes valores, incluyendo la libertad.
Pero su indignación hacia los ingleses opresivos aumentó después de que mataran a su padre en una emboscada y que obligaran a su madre a vivir en el exilio. Tomó las armas cuando, a los diecinueve años de edad, un grupo de ingleses trató de intimidarle. A comienzos de sus veinte años, ya era un guerrero extremadamente hábil.
Durante los tiempos de William Wallace y Eduardo I, generalmente las guerras eran dirigidas por soldados adiestrados, profesionales, y a veces por mercenarios. Mientras más grande y experimentado era el ejército, mayor era su poder. Cuando Eduardo se enfrentó al pequeño ejército de Gales, estos no tenían ninguna posibilidad de sobrevivir. Lo mismo ocurría con los escoceses. Pero Wallace tenía una capacidad inusual. Reunió a la gente escocesa común, les convenció del valor de la causa de la libertad, les inspiró y equipó para pelear contra la maquinaria profesional de Inglaterra.
Finalmente, William Wallace no pudo derrotar a los ingleses y conseguir la independencia para su nación. Le ejecutaron brutalmente cuando tenía treinta y tres años. (La forma en que le trataron fue peor de lo que se ve en la película Braveheart.) Pero su legado de hombre valiente que valoraba a los demás, perduró.
Al año siguiente, inspirado en el ejemplo de Wallace, el noble Robert Bruce reclamó el trono de Escocia y reclutó no sólo a los aldeanos, sino además a la nobleza. Y en 1314, Escocia finalmente ganó su tan ansiada independencia.
Se necesita sólo un valiente para romper con el patrón de la opresión y la angustia. Sin embargo, ese único valiente tendrá que pagar un precio muy alto, pero la cosecha más tarde será muy fructífera. La Biblia habla de un Corazón Súper Valiente: Jesús de Nazareth; dio toda su vida para rescatarte de la opresión del pecado. Hoy eres libre o puedes ser libre, pero el precio que Él pagó fue muy grande.
Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios. 1 Corintios 6:20
Por precio fuisteis comprados; no os hagáis esclavos de los hombres. 1 Corintios 7:23

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