“Realmente no lo sé a menos que lo pese”, dijo el profesor, “pero mi pregunta es: ¿Qué pasaría si lo sostengo de esta manera durante unos minutos?” “Nada”, dijeron los estudiantes.
“Bien, ¿qué pasaría si lo sostengo durante una hora?” preguntó el profesor. “Le comenzaría a doler su brazo”, dijo uno de los estudiantes.
“Estás en lo correcto, ahora..., ¿qué pasaría si lo sostengo durante un día?” “Se le entumecería el brazo; puede acabar por tener estrés muscular severo y parálisis y, seguramente, ¡tendría que ir al hospital!”, opinó otro estudiante y los demás se rieron.
“Muy bien pero, durante todo este tiempo, ¿se alteró el peso del vaso?” preguntó el profesor. “No”, fue la respuesta.
“Entonces, ¿qué fue lo que causó el dolor de brazo y el estrés muscular?” Los estudiantes quedaron perplejos. “¿Qué debería hacer ahora para que no me doliera?” preguntó nuevamente el profesor.
“¡Ponga el vaso en la mesa!” dijo uno de los estudiantes. “¡Exactamente!” dijo el profesor.
Los problemas de la vida son así. Mantengámoslos por unos momentos en la mente y se verán bien. Pensemos en ellos durante mucho tiempo y comenzarán a provocarnos dolor. Mantengámoslos aún más tiempo y comenzarán a paralizarnos; no podremos hacer nada.
Es importante pensar en los desafíos o problemas de nuestra vida, pero más importante es sentirnos tranquilos y relajados al final de cada día antes de irnos a dormir. De esa manera, no nos estresaremos y nos podremos levantar cada día frescos y fuertes para manejar cualquier asunto, todo desafío que se nos ponga por delante.
Así que, cuando dejemos la oficina, recordemos:·"¡colocar el vaso en la mesa!”
Autor Desconocido
Este pensamiento resulta extremadamente importante para muchos de nosotros que tendemos a preocuparnos más de la cuenta, pensando, analizando y proyectando los posibles resultados de las circunstancias que nos aquejan en un momento dado.
El problema, como atinadamente plantea la reflexión, es que no sólo no logramos cosa alguna al mantener esos problemas en la mente sino que nos desgastamos inútilmente.
Me resulta maravilloso que Dios no sólo siempre ha estado al tanto de esta tendencia, sino que proveyó el antídoto ideal: “colocar nuestras cargas, no en la mesa (de la cual pudiésemos volver a retirarlas), sino en Él”.
¿Cuántos estamos llevando cargas durante tanto tiempo que nos están haciendo daño?
¡Bendiciones, y que la paz les acompañe!
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