sábado, 27 de octubre de 2012

No Escondas Tu Pasado - Crecimiento personal - vídeo

 “¿Los ha rescatado el Señor? ¡Entonces, hablen con libertad! Cuenten a otros que él los ha rescatado de sus enemigos. Pues ha reunido a los desterrados de muchos países, del oriente y del occidente, del norte y del sur.”
Salmos 107.2-3
Nunca me han arrestado, pero a algunos de mis mejores amigos sí y me han contado sus experiencias. Puedo intentar imaginarme como se siente alguien al ser atrapado haciendo algo malo y ser llevado a la cárcel. Puedo tratar de imaginar la vergüenza que sentiría y la esperanza de que alguien pagara la fianza. Imagino que al ser liberado de esa celda tendría una mezcla de emociones. Me alegraría por estar libre, pero avergonzando al ver el rostro de quien me libró de la cárcel por lo que hice.
El problema de ser libre o redimido es que debes ser librado o redimido de algo. A menudo, ese “algo” es el resultado de elecciones pobres o errores y, consecuentemente, no somos debidamente objetivos para hablar sobre eso. Preferimos dejar atrás esa parte de nuestra vida. La queremos obviar. Pero si no hablamos honestamente de lo que hemos sido redimidos, entonces la redención no es tan importante.
De igual manera es la interacción de Dios con nosotros. Todos hemos cometido errores, algunas personas más que otras y algunos errores peores que otros.
En esos momentos oscuros cuando estamos sintiendo las consecuencias de nuestros errores, Dios llega, nos da una oportunidad de vivir de otro modo y nos redime de ese pasado.
Es normal, entonces, que nos encante  hablar sobre el amor de Dios y Su redención, restando algo de importancia a aquello de lo que Él nos ha redimido. Pero es en la profundidad de nuestra oscuridad cuando la luz de Dios brilla más fuerte. En nuestra historia personal debemos incluir la salvación radical que Dios nos trajo. No podemos tener miedo a que nos vea mal o que nos vea como alguien que realmente metió la pata. Metimos la pata y fue precisamente allí donde Dios nos encontró y de donde nos rescató.
No sé como fue tu pasado. Es de imaginar que está lleno de errores al igual que de circunstancias desafortunadas. Puede que hayas ido a prisión o a la cárcel. Puede que hayas herido a la gente. Puede que hayas hecho cosas de las que te avergüenzas. Puede que hayas lastimado a alguien: violación, golpes, abandonos... No escondas esa parte de tu pasado. Explica claramente a los demás la profundidad de donde Dios te rescató.
No te escondas o huyas de oportunidades en las que puedes decirle a otros sobre cuán poderosa es la gracia de Dios. Al contar tu historia a los demás, ellos obtendrán esperanza para sus propias circunstancias. No minimices tu pasado, porque al hacer eso no estás contando la verdadera magnitud del amor de Dios en el presente.


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