Nadie puede volver la espalda en la batalla ni negarse a ir a la guerra santa. Si queremos reinar es forzoso pelear y proseguir luchando hasta vencer a nuestros enemigos; de lo contrario la promesa no es para nosotros ya que sólo pertenece "al que venciere".
Debemos vencer a los falsos profetas que se han introducido en el mundo y a todos los males que acompañan sus enseñanzas. Debemos vencer la cobardía de nuestro corazón y la tendencia a dejar nuestro primer amor. Leed todo lo que el Espíritu dice a la Iglesia de Éfeso.
Si por gracia obtenemos la victoria, y ésta la lograremos ciertamente si seguimos a nuestro Capitán victorioso, seremos admitidos en el mismo centro del paraíso de Dios, y nos será permitido pasar por delante del querubín con su espada de fuego y llegaremos al árbol por él guardado, de cuyo fruto quien comiere tendrá vida eterna.
De este modo escaparemos de la muerte que fue la sentencia lanzada contra el pecado y ganaremos la vida eterna, sello de la inocencia y coronamiento de principios inmortales de una santidad según Dios. Ven, alma mía, y esfuérzate. Huir del conflicto significa perder los gozos del nuevo y más excelente Edén. Pelear hasta vencer es andar con Dios en el Paraíso.
Hoy sé que estaré en batalla espiritual porque el enemigo de mi alma no quiere darse por vencido aunque ya fue vencido en la Cruz del Calvario. Hoy me pongo la Armadura de Dios y estaré listo en el frente de batalla porque quiero ser un vencedor.
Señor, En este día pelearé por lo que es justo y por la verdad. Sé que en Cristo soy más que vencedor. Amén.
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