“Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón”. Mateo 6:21 (Nueva Versión Internacional).
A muchas personas, como en mi caso, les ha costado esfuerzo y sacrificio alcanzar los sueños que han tenido. En mi caso, provengo de una familia de escasos recursos económicos en donde la violencia y el maltrato prevalecían antes que el amor, el respeto y la justicia.
Siempre tuve presente que a pesar de las adversidades yo podía elegir otro camino distinto; además, no me quedaba otro, no tenía nada que perder. Afortunadamente la mano de Dios siempre estuvo ahí, abriéndome las puertas que necesitaba encontrar abiertas para lograr cada una de las metas que me proponía, y ahora comprendo que cada vez que yo sacaba fuerzas de mi corazón para salir adelante, Él estaba ahí apoyándome y levantándome de cada obstáculo y dándome la oportunidad que al final me permitiría lograr mis sueños.
Amigos, salir adelante en medio del maltrato y la escasez no es nada fácil, pero el poder de Dios sobrepasa cualquier adversidad; por ejemplo, fue por su Gracia que pude trabajar y estudiar una carrera profesional que culminé hace ya cuatro años. Cuando llegué a esa etapa de mi vida creía que ya lo había logrado todo, pensaba que mi vida cambiaría a la medida de mis propósitos, creía que ya no sufriría más y que el momento de disfrutar de la vida había comenzado. ¡Oh sorpresa! Nunca imaginé que era al contrario pues en ese tiempo el Señor estaba empezando conmigo.
Desde que me gradué en la universidad las cosas en lugar de mejorar empezaron a empeorar, pues después de que Dios me había abierto tantas puertas para trabajar mientras estaba realizando mis estudios y culminar esa meta tan anhelada, ahora me las estaba cerrando, pero era de la única manera que comprendería lo que tenía que enseñarme.
Durante años pensé que mi propósito en la vida era tratar de ser alguien importante, casarme, tener hijos, tener una casa, un coche y ayudar a mi madre y a mis hermanos a salir adelante. Planeaba mi vida de una manera tan perfecta que no parecía que fuera a fallar; realmente me esforzaba, pero no me daba cuenta de que lo que estaba haciendo el Señor era prepararme para algo todavía más especial: “Glorificarle a Él”.
Después de pasar por tres empresas en las que mis expectativas laborales, económicas y profesionales no eran satisfechas, por fin el Señor se manifestó poderosamente y me dio aquel empleo que tanto le estaba pidiendo: con un contrato prometedor, exactamente el cargo y el salario que quería… mejor dicho, nada más podía pedir. Tenía mi vida arreglada, me sentía autorealizada y a partir de allí el resto de mis sueños empezarían a ser una gran realidad.
Recuerdo que se acercaba mi cumpleaños y le decía al Señor que me sorprendiera, que mi confianza estaba puesta en Él y quería ver qué más me iba a dar, pues ya todo lo que tenía me era suficiente. Entonces, lo hizo, me sorprendió.
Llevaba 7 meses en la empresa cuando el Señor empezó a decirme lo siguiente: ¿Marisela, en realidad me amas tanto que serías capaz de dejarlo todo por mí? Yo ingenuamente le respondía que sí pues nunca me imaginé que me lo pediría. Él me insistía, Marisela: ¿todo lo dejarías por mí? y yo le volvía a responder, “sí Señor, todo, sólo me importas Tú”.
La empresa a la que ingresé a trabajar estaba dirigida por una gran persona; sin embargo, una de las condiciones cuando se dio cuenta de que yo era cristiana fue “no quiero que vengas aquí a convertir a la gente; en conclusión, no le hables de Dios a la gente”. Yo simplemente acepté esa condición, pues comprendía en mi corazón que no había necesidad de hablar de Él para que la gente viera su amor. El ejemplo dice más que muchas palabras y el testimonio de Jesús lo damos con nuestro comportamiento, no con nuestra boca.
Sin embargo, el Señor es impredecible y a medida que transcurría el tiempo su Palabra fue manifestándose en aquel lugar a través de sus promesas; luego, en una ocasión se realizó una actividad (proyecto de vida) en donde verdaderamente el Señor empezó a hacer de las suyas, pues resulta que todo mi trabajo estaba respaldado con promesas bíblicas, y esto es normal para los que vivimos en Cristo Jesús pues no nos avergonzamos de su Palabra.
Pasó una semana, y exactamente faltando 3 días para mi cumpleaños me llamó la Gerente de la oficina y me puso las cartas sobre la mesa, como se dice por ahí. Ese día el Señor realmente me sorprendió: me reuní con la Gerente por la mañana y prácticamente me dispuso a escoger entre Dios y el trabajo. Por la tarde nos reuniríamos nuevamente para confirmarle la respuesta que ella estaba esperando, pues imaginaba que me iba a someter a sus condiciones y no a los designios de Dios.
El Señor es increíble, usó a esta persona para ponerme a escoger entre Él y lo que estaba guardado como un tesoro en mi corazón. Él veía que el trono de mi corazón no estaba siendo ocupado por Él, que lo estaban ocupando mis sueños, mi trabajo, mi familia y mis proyectos y, entonces, me puso a elegir.
Recuerdo que ese día yo lloraba angustiada y le decía, Señor, pero ¿cómo es posible que después de tanto sacrificio, de tanto esfuerzo, ahora debo dejarlo todo por seguirte a ti? No lo entiendo Señor; sin embargo no quiero hacer algo que a ti te desagrade; yo te dije que te prefería a ti por encima de todo y aunque me duela dejarlo todo por ti, lo haré. Por la tarde presenté mi carta de renuncia a la Gerente y ahora estoy aquí esperando, confiada en el Señor, pues sé que su voluntad es buena, agradable y perfecta (Romanos 12:2).
Ahora no estoy trabajando para ninguna empresa y tampoco estoy buscando trabajo. Ahora trabajo para Él y haré sólo lo que Él me pida que haga, pues es Él quien ocupa el trono de mi corazón, Él es el propósito de mi vida, es Él a quien quiero agradar. Mis sueños, mis proyectos, mi vida entera está en sus manos.
¡Vale la pena seguir a Jesús, vale la pena dejarlo todo por Él, vale la pena confiar en su perfecta voluntad!
Marisela Ocampo Otálvaro
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