Si hay algo que me conmueve hasta llorar es ver a adolescentes y jóvenes servir a Dios. No sé si tendrá que ver con la llamada que tengo, o es más bien mi corazón de madre que aflora en todo su esplendor, pero me estremece.
Acabo de regresar de una reunión de jóvenes que parecía “normal” hasta que dos adolescentes, Diego y Camila, tomaron el micrófono y comenzaron a hablar al grupo, de Dios y sobre todo, procuraron no alejarse de Él. De que Él es nuestro verdadero Padre y quien nos ha dado el libre albedrío para tomar nuestras propias decisiones. Me impresiona aún más porque conozco un poco sobre las historias de la vida de ambos, sobre todo de Diego, y pienso que tienen cientos de razones para NO creer en Dios, e incluso, justificarlo a través de eventos extremadamente dolorosos que les han tocado vivir. Cuando veo esto, pienso en que no estoy equivocada, pienso en que estoy en el lugar en que Dios quiere que esté y haciendo aquello para lo cual Él mismo me diseñó.
Detrás de cada uno de los rostros de nuestros adolescentes hay una historia. Muchas veces juzgamos con demasiada ligereza actitudes que ellos tienen o su misma forma de adorar a Dios, pero no nos damos cuenta de que detrás de cada joven hay una historia, que hay un sinfín de experiencias y de momentos que ha vivido que han ido formando su identidad y su forma de relacionarse con el mundo y con los demás. Existe un pasado, existe una familia, existe un colegio, existe un barrio, existen infinitas situaciones que pueden haber impactado en su vida tanto de manera positiva como también negativa y eso, claramente, define (no para siempre, pero sí define hasta HOY) lo que él o ella es, piensa y siente. Lo que me impresiona de todo esto es que aún con lo que menciono, deciden estar cada sábado u otro, sirviendo a Dios y escuchando de Él…y eso para mí es una tremenda bendición.
Si me preguntan a mí, la victoria de cada sábado es que lleguen los adolescentes a la iglesia y estén dispuestos a escuchar a un montón de gente que les hable y enseñe sobre Cristo, algunos más divertidos que otros, por cierto; que en vez de escuchar la radio decidan seguir la letra de nuestras canciones y aplaudan cuando les solicitemos que lo hagan, y aunque rara vez pidamos su opinión cuando lo hagamos nunca nos la nieguen. Eso me emociona hasta llorar. Esa ya es una victoria y no tiene nada que ver conmigo o contigo, pero sí tiene todo que ver con Cristo.
Detrás de mí que estoy escribiendo hay una historia de vida que no conoces; hay alegrías, hay penas, hay dolores profundos y heridas que aún no sanan por completo; detrás de ti que estás leyendo; hay anécdotas, sufrimientos, pesares, cicatrices y recuerdos llenos de significado que te hacen sonreír y emocionar, Cuando yo soy capaz de pensar en esto y “verlo”, tú que lees te me haces más real y más humano, y yo que escribo te parezco más cercana y parecida a ti…Sólo así puedo conectarme de manera “fraternal” contigo; sólo así puedo entenderte y aceptarte como creación de Dios, como obra suya. Si lográramos vernos de esta forma, si consiguiéramos tener esta visión y voluntad estoy segura que conseguiríamos más victorias y más satisfacciones, no sólo para nosotros, sino para quien motiva y mueve nuestras vidas…
Autora: Poly Toro
No hay comentarios:
Publicar un comentario