martes, 18 de septiembre de 2012

Un sueño hermoso - reflexión

Treinta hombres con los ojos inyectados en sangre y despeinados estaban de pie ante un juez del tribunal de la policía de San Francisco.  Eran parte del grupo de borrachos y revoltosos que a diario se presentaban ante el juez. Unos eran ancianos y endurecidos mientras  que otros dejaban caer con vergüenza sus cabezas sobre su pecho.
El desorden momentáneo que se creaba al traer los prisioneros cesó y en ese momento de calma algo extrañó sucedió. Se dejó escuchar una fuerte y diáfana voz que comenzó a cantar: "Anoche mientras dormía tuve un sueño tan hermoso"...
¡Anoche!  O fue una pesadilla o podía parecer un estupor de borrachera para todos. La canción hablaba sobre un contraste directo y convincente:  "Yo estaba de pie en la antigua Jerusalén, allí junto al Templo"...
La canción continuó.  El juez hizo una pausa e indagó con serenidad al respecto. Allí estaba, era un antiguo integrante de una compañía de ópera muy famosa en toda la nación quien esperaba ser enjuiciado por falsificación.  Era él quien cantaba desde su celda.
Mientras tanto, la canción continuaba y cada hombre que se encontraba en fila se emocionó.  Uno o dos de ellos cayeron de rodillas; un chico exclamó entre sollozos: ¡Oh madre, madre!
Los sollozos podían escucharse desde cada esquina de la sala del tribunal. Por fin un hombre protestó y dijo: ¿Señor juez, tenemos que someternos a esto?, estamos aquí para recibir nuestro castigo, pero esto…  Y él también comenzó a llorar.  Era imposible proceder con los asuntos del tribunal y sin embargo el juez no dio la orden de detener el canto:  ¡Jerusalén, Jerusalén!  ¡Canta, porque la noche se acaba!  ¡Hosanna en las alturas!
En un éxtasis de melodía se dejaron escuchar las últimas palabras, y luego hubo silencio. El juez miró los rostros de los hombres que estaban frente a él.  No había ni uno sólo que no se hubiera conmovido por la canción; ni uno sólo en quien no se produjera un impulso de piedad.
El juez no llamó por cada caso individualmente; compartió con los hombres unas bondadosas palabras de consejo y luego les despidió a todos.  Ningún individuo fue multado o sentenciado esa mañana.  La canción logró hacer mayor bien que cualquier castigo.
Apocalipsis 21:10
Y me mostró la gran ciudad santa de Jerusalén, que descendía del cielo de Dios.

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