viernes, 14 de septiembre de 2012

¡Cómo no creer en Dios! - Devocional - vídeo

Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste;
Bienaventurados los que no vieron, y creyeron.

Juan 20:29
¡Cuán difícil es creer!, incluso para los cristianos. Mucho más, por tanto, para aquellos que aún no conocen a Dios. Dios lo sabe y es así como en La Biblia encontramos más de un centenar de razones para creer (referencias), pero ¿cómo no creer en Dios, si los cielos y la tierra están llenos de su plenitud y cantan Su gloria?
Meditando estos días en nuevas amistades que aún no le han abierto las puertas de su corazón a Jesús, ni le han entregado su vida, pero que necesitan desesperadamente de Dios aunque no lo reconozcan, llegué a la conclusión de que nuestra generación está moldeada por muchos incrédulos como Tomás, quien, a pesar de haber vivido y compartido una fase de su vida con Jesús, no creía en Él, como dice La Escritura; y tuvo que ver sus manos cicatrizadas, sus heridas cerradas para, finalmente, rendirse ante la evidencia irrefutable de la realidad espiritual y entonces declararle como Su Señor y Salvador cuando dijo: “¡Señor mío, y Dios mío!”; y el querer saber cómo tratar con estas personas y hablarles de Cristo me inspiró este Devocional.
como-no-creer-en-diosExiste un verdadero abismo entre las personas del mundo que no conocen a Dios y los hijos de Dios que aunque parece imposible de cruzar, es posible a través del puente que estableció Jesucristo como único mediador entre Dios y los hombres, y gracias a ese puente nosotros podemos alcanzar cada vez más y mayores personas y ayudarlas.
Sé que hablar de Dios no es fácil pues a veces creemos que necesitamos de sofisticadas filosofías o argumentos intelectuales, cuando la verdad es que la Palabra está cerca de ti, la verdad de Cristo es simple y el camino que conduce a la vida sólo tiene un nombre: Jesús. Muchas veces basta sólo un abrazo para confortar al cansado; decirle “Cristo te ama” o, quiero orar por ti, por esta tu necesidad; es suficiente para que las personas conozcan “un toque del Espíritu” y sean confortados, consolados y ayudados.
Puede que muchas veces te hayas preguntado ¿cómo hacer que otros crean en algo o alguien a quien no hemos visto y que no podemos mostrar? Juan 1:18 dice: “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, Él le ha dado a conocer.” Si creemos en Jesús automáticamente creemos en Aquél que le envió y le levantó de los muertos; a Jesús tampoco nunca le hemos visto, pero creemos en Él si podemos palpar y ver Su obra en cada uno de nosotros.
En estos días recordaba cómo era yo hace algunos años antes de conocer a Jesucristo, y puedo decir con absoluta certeza que Jesús me ha cambiado hasta el punto que realmente soy otra mujer; Él cambió mi manera de pensar, de sentir y de actuar, y aunque yo no sea consciente de cómo este cambio se operó, si sé que es Él con su Santo Espíritu quien lo hace, y todos sus hijos también podemos saberlo, de la misma manera que sabemos cómo usamos artefactos electrónicos y hasta dominamos técnicas avanzadas de comunicación, Internet, utilizando satélites, ciber-espacio y la electricidad, en la mayoría de los casos sin ninguna o con apenas una vaga idea de cómo funcionan.
Lo importante aquí es que tenemos que rendirnos ante la evidencia de la realidad espiritual, como lo hizo Tomás, aunque no podamos ver físicamente que Jesús está a nuestro lado, que nos ama y que quiere que seamos seres humanos excelentes y superiores, justo como lo es Él. Cuando tú observas quién eras antes de Jesús y quién eres ahora es fácil imaginar quién vas a llegar a ser… Mientras el mundo se esfuerza en reforzar su fuerza, su poder, su economía y los sentidos físicos para fortalecer a los seres humanos usando factores externos, nosotros debemos esforzamos en mostrar un testimonio de lo que Cristo hace en nosotros; en ver cómo es que ese maravilloso poder del Dios invisible opera en nosotros, y, en sentido contrario, desafiando a las leyes y a los escépticos, trabajando desde dentro y hacia fuera, del interior al exterior, es decir, de que a pesar de que el cambio es interior y no lo podemos ver ni mostrar, sí se ve, se siente, se nota, pues tu ser interior se está renovando en Cristo y se refleja en el hombre exterior, en el carácter, en tu conducta, en tu manera de hablar, de pensar, de actuar, de amar y hasta de caminar. Podemos hacer que Cristo se refleje en nosotros como si fuéramos un espejo, y que la gente comience a ver a Cristo, a través de nosotros.
No necesitamos ver a Dios para conocerle y hablar de Él: sólo necesitamos ver sus obras, maravillas y prodigios y reconocerle como único autor y consumador de nuestra vida; sólo necesitamos echar un vistazo al interior de nuestro ser y constatar lo que el Señor está haciendo y entender que está con nosotros y en nosotros. Aunque no lo podamos ver, de la misma forma que no podemos ver la Ley de La Gravedad, pero sabemos que existe porque experimentamos sus efectos y cómo afecta a todo lo que existe en la tierra y en el cosmos, manteniéndolo en perfecto equilibrio, creando el movimiento y el tiempo al que tampoco podemos ver, sabemos que existe (Él), porque hemos experimentado un pasado y un presente y sabemos que siempre habrá un mañana.
Dios existe y aunque no le podemos ver sí podemos ver sus obras, su creación, las leyes que sustentan este universo y a otras personas que han hecho el cambio, incluso a ti mismo. Todas estas obras y hechos, son testimonios que hablan de quién nos creó, quién nos sustenta con su mano derecha y está restaurando nuestra mente y nuestro corazón.
Cuando hablemos de Dios, hablemos de sus obras, maravillas y prodigios, hablemos del Dios de Moisés, que abrió el mar en dos para que su pueblo pasara, lejos de la opresión del Faraón; que sustentó a su pueblo durante 40 años, sin que le faltara el alimento, sin que sus ropas se envejecieran; el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, que formó una nación grande y poderosa a pesar de ser la más pequeña de todas y la que sustenta con su mano; al Dios de José, de Daniel, de Nabucodonosor, de Elías, de Isaías y todos los profetas, y al Padre de nuestro Señor y Salvador Jesucristo; habla de ti, de lo que Jesús ha hecho en tu vida, en tu familia; los milagros existen para quien los espera y cree en ellos y suceden todos los días. No recuerdo en este momento quien lo dijo, pero es muy cierto: “Esperar un milagro hace que suceda. Espera un milagro”.
Jesucristo ya creó el puente que nos separaba de Dios cuando éramos pecadores y, gracias a Él, hemos cruzado ese puente que lleva de la muerte a la vida, de las tinieblas a la luz, y de la desesperación y la desesperanza a la paz y a la esperanza que tenemos en Cristo, nuestro Señor y Salvador; ahora movámonos un poquito y tengamos compasión de aquellos que están al otro lado, en el mundo y que necesitan también del amor y la misericordia de Dios.

“Vosotros sois mis testigos, dice Jehová; y mi siervo que yo escogí, para que me conozcáis y creáis, y entendáis que yo mismo soy; antes de mi no fue formado dios, ni lo será después de mi.
Yo, yo Jehová, y fuera de mi no hay quien salve”.

Isaías 43:10-11


Hefzi-ba Palomino



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