sábado, 29 de septiembre de 2012

Alegre y Triste - reflexiones - De una Semillita

Alegre y Triste
Cuenta una vieja leyenda que tres hombres estaban cruzando un desierto a caballo durante la noche. Al acercarse a un riachuelo seco escucharon una voz que les ordenó desmontar, recoger unas piedras, ponérselas en los bolsillos, y no mirarlas hasta la mañana siguiente.  A los hombres se les prometió que si obedecían iban a estar alegres y tristes a la vez.  Después de hacer lo que les indicaron, los tres montaron en sus caballos y siguieron su camino.
Cuando empezaron a salir los primeros rayos de sol los hombres se metieron la mano en sus bolsillos para sacar las piedras.  Para su gran sorpresa se habían transformado en diamantes, rubíes y otras gemas preciosas.  Fue entonces cuando se dieron cuenta del significado de la promesa de que estarían alegres y tristes a la vez.  Estaban alegres por haber recogido la cantidad de piedras que recogieron, pero tristes, muy tristes, por no haber recogido más.
Yo me pregunto si nosotros vamos a sentir lo mismo cuando lleguemos al cielo. Estaremos contentos con el tesoro que fuimos acumulando en el cielo mientras estábamos en la tierra y gozosos por las recompensas que Cristo nos dará. Pero también lamentaremos no haber hecho más para servirle.
Saquemos el máximo provecho a nuestras oportunidades para que estemos más alegres que tristes.
Mateo 6:19-20
No os acumuléis tesoros en la tierra… sino acumuláos tesoros en los cielos…

De una Semillita
La historia, que tiene más de un siglo, cuenta que una princesa agonizaba. En su lecho de muerte pidió que su tumba fuese cubierta con una gran piedra de granito y que alrededor hubiese otras piedras sellando la lápida.
También dio órdenes de afianzar las piedras con abrazaderas de hierro. A petición suya la lápida llevaría escrito: “Esta tumba, comprada para toda la eternidad, jamás deberá abrirse”.
Aparentemente, durante el entierro se metió en la tumba una bellotita. Con el tiempo empezó a asomarse un brotecito en medio de las piedras. La bellota había podido absorber suficiente alimento como para crecer. Después de varios años de crecimiento, un robusto roble se levantaba entre las abrazaderas de hierro. El hierro no pudo con el roble y sus raíces lo rompieron dejando al descubierto la tumba que nunca debía abrirse. La nueva vida se abrió camino desde el lecho de muerte con una semillita.
Todos los días tenemos infinidad de oportunidades para aprovechar un nuevo comienzo. Generalmente, los nuevos comienzos se inician cuando alguna otra cosa termina. Cuando dejamos que el pecado muera en nuestro corazón encontramos nueva vida en Cristo. Tal vez no fuera accidental que el robusto roble, que es uno de los árboles más altos y fuertes del mundo, se creara a partir de una pequeña semillita.
Marcos 4:8
Pero otra parte cayó en buena tierra, y dio fruto, pues brotó y creció, y produjo a treinta a sesenta, y a ciento por uno.



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