Cuán vitales son las palabras para mantener una buena relación con alguien. Gracias a las palabras podemos compartir juntos los momentos tristes y los alegres. Los momentos grises y los rosados. Gracias, Dios, por darnos la oportunidad de comunicarnos a través de palabras. Por ello el Señor nos dejó sus palabras escritas para que las podamos leer en las Sagradas Escrituras y con la presencia del Espíritu poder sentir y experimentar las relaciones profundas con Él.
Sus palabras son mandamientos. Sus mandamientos no son gravosos, sino esplendorosos para nuestra propia felicidad. Hoy quiero recordar esas palabras; y estas palabras, las cuales yo te mando hoy en este día, estarán en tu corazón.
¿Dónde deben estar las palabras de Dios? En el corazón. Corazón es la parte interna y espiritual del ser humano. No es la mente donde todo se olvida. Es en el corazón donde siempre permanece.
Corazón, donde está el centro de nuestras motivaciones. Hoy apreciaré la Palabra del Señor y estaré muy deseoso de entenderla y conocerla. De guardarla y vivirla.
No sólo es la Palabra de Dios la que puedo tener hoy en mi corazón, sino que además el Espíritu Santo está en mí y Él me enseñará toda la verdad. No podré entender los mandamientos de Dios por mi mente finita. Pero, sí con la ayuda del Espíritu de Dios.
Quiero hoy ser agradable ante tu vista y por ello quiero caminar en este día a la luz de tu Palabra, y permite que ella trabaje en mí hoy todo lo necesario para ser trasformado de gloria en gloria, como a la imagen del Señor.
Hoy quiero contar con la ayuda del Espíritu Santo para poder planear el día de tal manera que pueda dedicar tiempo para estudiar y meditar en la Palabra de Dios.
Hoy quiero saturar mi mente y mi corazón con la Palabra que es aceite fresco a mi alma y espejo para mirarme. Hoy quiero capacitarme con los preceptos de Dios para que cuando venga la oscuridad o pierda de vista lo que ahora veo pueda permanecer firme, sin temor, confiando en que lo que Dios ha dicho y se va a realizar
Señor: Tu palabra escrita es lámpara a mis pies y lumbrera a mi camino. Tus maravillosas promesas aún las recuerdo y me dan aliento. Tus mandamientos no son pesados , ligera es tu carga cuando entiendo que lo que me ordenas es para mi propia felicidad.
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