Es una frase muy familiar para muchos de nosotros. La hemos escuchado en la iglesia y aún en nuestros hogares. Es algo aún bastante maternal por decir. Este versículo ha venido a mi mente varias veces y en varios lugares. Cuando deseo algo en gran manera. Puede que me haya dado cuenta de lo mucho que estaba trabajando por obtener ese algo y, al mismo tiempo, he lastimado a varios. Y luego leo este versículo y se me hace evidente dónde ha estado mi corazón. Puedo pensar en todos esos momentos en que he sido enfrentado con la pregunta: “¿Sigo a Dios o sigo a mis deseos?”.
Jesús hizo esta declaración al final de una enseñanza sobre la preocupación. Él termina diciéndonos que no nos preocupemos por cosas, porque Él proveerá y esas cosas y preocupaciones no nos agregan nada. Y si estamos preocupándonos por esas cosas, entonces es porque esas “cosas” son más importantes para nosotros, y eso no está bien. Digámoslo de esta manera. Si te preocupas por algo, muy probablemente vas a buscar ese algo y una vez que tengas ese algo, muy probablemente vas a atesorar ese algo y eso se adueñará de tu corazón.
Tómate un momento hoy, y lee Lucas 12.22-24. Sobre ¿qué cosas estas preocupándote? ¿Qué cosas has estado buscando? ¿Qué tienes ahora? ¿A qué le has entregado tu corazón?
Si estás preocupado porque son tiempos difíciles y el dinero está apretado, recuerda que Dios te ha creado y es capaz de proveer. No es fácil no preocuparse. Se requiere confiar en que Dios proveerá. Pero al preocuparte, apartas tu corazón de Dios y se lo das a esas cosas.
Hoy, retomemos nuestros corazones de esas cosas, y entreguémoslo a Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario