Un hombre calvo y demacrado se hallaba en su cama con la cara pálida; le habían trasplantado la médula ósea porque tenía leucemia.
La enfermera Hanne Dina se le acercó, le saludó y le preguntó si quería sopa y él dijo que no, que solo quería dormir. Al rato Hanne le llevó la medicina y él se la tomó con disgusto y volvió a hundirse en la almohada.
Hanne fue a la cocina del hospital preparó para ella una taza de te, preparó una bandeja y colocó la tetera y dos tazas y se dirigió al cuarto del enfermo preguntandole: ¿Le molesto si tomo el té aquí? Quisiera ver las noticias acá mientras tomo el té.
Claro que no me molesta respondió. Ella encendió el televisor mientras le decía: Traje una taza extra por si quiere té. Sí, sírvame media taza, por favor, respondió el enfermo.
Al día siguiente Hanne volvió con la bandeja y dos tazas y así lo hizo por una semana. A los pocos días se fue: se había restablecido lo suficiente para irse a terminar su convalecencia en su casa.
Cuatro meses más tarde Hanne estaba en un centro comercial cuando oyó una voz potente. ¡Hanne, qué gusto de verla”. La enfermera le reconoció. Era el enfermo de la taza de té. Él la abrazó y presentándole a la esposa , dijo: “Esta es Hanne, la mujer que me salvó la vida con una taza de té”.
Pequeños gestos pueden mostrar grandes amores y grandes simpatías. No tenemos idea de lo que Dios puede hacer con lo poco que tenemos a mano. Pueden ser dos panes y dos peces pero con el aderezo del corazón algo milagroso puede suceder. No menosprecies lo poco que tienes y extiéndelo hoy al que está cerca de ti.
“Les aseguro que Dios no se olvidará de premiar al que de un vaso de agua fresca a uno de mis seguidores, aunque se trate del menos importante”.Mateo 10:42
Luego tomó los cinco panes y los pescados, y dio gracias a Dios. Partió los panes y los pescados en pedazos y se los entregó a sus discípulos, y ellos los repartieron a la gente.Mateo 15:36
Jesús les dijo: –Denles ustedes de comer. Pero ellos respondieron: –Sólo tenemos cinco panes y dos pescados. Si fuéramos a dar de comer a toda esta gente, tendríamos que ir a comprar comida, Lucas 9:13
No siempre una taza de Té
Una pareja solía viajar a Inglaterra y comprar en una hermosa tienda de antigüedades. Este viaje, en concreto, celebraba su XXV aniversario de bodas. A ambos les gustaban las antigüedades y los objetos de arcilla, en especial las tazas de té. Notando una taza excepcional, preguntaron:
“¿Pudiéramos ver esa? Nunca hemos visto una tan hermosa”.
De repente la taza de té habló: “Ustedes no entienden”, dijo. “No siempre fui una taza de té. Hubo un tiempo en que sólo era un pedazo de arcilla roja. Mi maestro me tomó y me amasó, me golpeó y me dio palmaditas, una y otra vez, hasta que grité: ¡No hagas eso. No me gusta! Déjame en paz”. Pero él tan solo sonrió y suavemente me dijo: “¡Todavía no!”
“Entonces, ¡WHAMMMMM! Fui colocada en una rueda giratoria y de repente comencé a dar vueltas y vueltas y vueltas. ¡Detente! ¡Me estoy mareando! ¡Me voy a enfermar!” Pero el maestro tan solo asintió y dijo quedamente: ‘Todavía no’. Mi siguió dando vueltas y me hizo agujeros y me dobló y volvió a doblarme a su gusto y entonces… ¡me puso en el horno! Nunca había sentido tanto calor. Grité y golpeé la puerta con fuerza. ¡Ayúdenme! ¡Sáquenme de aquí! Podía verlo a través de la apertura y podía leer sus labios mientras meneaba su cabeza. -“Todavía no”.
“Cuando pensaba que no podría soportar otro minuto se abrió la puerta. Cuidadosamente me sacó y me puso en la mesa y comencé a enfriarme. ¡Oh!, eso me hacía sentir tan bien... Esto está mucho mejor de lo que pensé. Pero, tras de enfriarme, me tomó y me pasó la brocha pintándome por todos lados. Los vapores eran horribles. Pensé que me iba a ahogar. “¡Oh, por favor, detente, détente!” grité. Él sólo movió su cabeza y dijo: -“Todavía no”.
“Entonces, de repente, me puso nuevamente en el horno. Sólo que no fue como la primera vez. Esta vez estuvo el doble de caliente y simplemente supe que me iba a sofocar. Rogué, grité, lloré. Estaba convencida de que nunca lo lograría. Estaba lista a rendirme. Justo entonces se abrió la puerta y me sacó de nuevo y me puso en la mesa en donde me enfrié y esperé… y esperé, preguntándome qué era lo próximo que me iba a hacer. Una hora más tarde, me pasó un espejo. Me dijo: “Mírate”. Y lo hice.
Dije: “Esa no soy yo; no puedo ser yo. Es hermosa. ¡Soy hermosa!” Suavemente habló:
-Quiero que recuerdes. Se que dolió ser golpeada y rodada, pero si te hubiera dejado sola, te hubieras secado. Se que te mareaste al dar vueltas en la rueda, pero si lo hubiera detenido, te habrías derrumbado. Sé que te dolió cuando estabas caliente e incómoda en el horno, pero si no te hubiese puesto allí, te hubieras rajado. Sé que los vapores eran malos cuando terminé de pintarte y te puse allí, pero si no lo hubiese hecho, nunca te hubieses endurecido. No hubieras tenido color alguno en tu vida. Si no te hubiera puesto por segunda vez en el horno, no hubieras sobrevivido mucho porque tu dureza no habría durado. ¡Ahora eres un producto terminado! "Ahora eres lo que tenía en mente cuando comencé contigo”.
Moraleja: Dios sabe lo que está haciendo a cada uno de nosotros. Él es el alfarero y nosotros somos su arcilla. Él nos moldea y nos hace, nos expone a suficientes presiones del tipo adecuado para que podamos convertirnos en la pieza de arte perfecta que cumpla su voluntad buena, agradable y perfecta.
Así que, cuando la vida parezca difícil, y estamos siendo golpeados y empujados casi al borde de nuestra capacidad para resistir; cuando nuestro mundo parece estar girando sin control; cuando nos sintamos en el horno de la prueba; cuando la vida parezca “heder”, intente esto: hágase una taza de su té favorito en su tacita más bonita, siéntese y piense en esta historia y, entonces, ¡tenga una conversación con el Alfarero!
¿Es acaso el alfarero como el barro, para que lo que está hecho diga a su hacedor: Él no me hizo; o lo que está formado diga al que lo formó: ¿No tienes entendimiento? Isaías 29:16
¡Ay del que contiende con su Hacedor! ¡Ay del que no es más que un tiesto entre los tiestos de la tierra! ¿Acaso el barro le reclama al alfarero: ¡Fíjate en lo que haces! ¡Tu vasija no tiene agarraderas!? Isaías 45:9
Y la vasija de barro que estaba haciendo se echó a perder en la mano del alfarero; así que volvió a hacer de ella otra vasija, según le pareció mejor al alfarero hacerla. Jer 18:4
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