Durante
cuatro meses, de julio a octubre de 1940, la fuerza aérea alemana, la Luftwaffe , intentó
conseguir la superioridad aérea sobre la Royal Air Force británica (RAF), en el transcurso
de la primera mitad de la
Segunda Guerra Mundial en la llamada Batalla de Inglaterra.
No fue una única batalla sino varias campañas de ataques aéreos sobre suelo
británico con el objetivo de destruir la mayor cantidad posible de aviones de la RAF , imponer el caos y desatar
el pánico de la población para la posterior invasión de Inglaterra.
El Richmond Golf Club, a diez millas del
centro de Londres y con más de 2.500 hectáreas , fue uno de los lugares que
sufrieron los bombardeos de la Luftwaffe. Pero este club privado de golf decidió
que ni los bombardeos ni la guerra iban a impedir que sus socios practicasen su
deporte favorito. Eso sí, decidieron publicar un manual adaptado a las nuevas
circunstancias… una guerra:
Se pide a los jugadores que retiren la
metralla o los restos de las bombas para no causar daño a las máquinas segadoras.
En las competiciones, durante un bombardeo, los jugadores pueden ponerse a
cubierto sin ninguna penalización. Las posiciones de bombas de acción
retardada localizadas, están señalizadas por banderas rojas pero no garantiza
la distancia de seguridad. La metralla o los restos de bombas en los fairways
(calles) o en los bunkers que se encuentren a un palo de distancia de la bola,
podrán retirarse sin penalización.
Una bola movida por la acción del enemigo
puede ser reemplazada, o si se pierde o se destruye, la bola podrá ser dropada
en el lugar más cercano del agujero sin penalización. Una bola que cae en el
cráter de una bomba puede ser dropada al punto más cercano fuera del agujero
sin penalización. Un jugador cuyo golpeo se ve afectado por la explosión
simultánea de una bomba, puede jugar otra bola desde el mismo lugar pero
penalizado con un golpe.
Así como estos aficionados no permitieron que
una guerra estropease su afición, como cristianos no debemos permitir que nada
ni nadie nos arrebate el gozo. Porque el cristiano cuyo corazón está lleno de
gozo realmente es imbatible. Tiene una convicción inamovible de que hay un Dios
que reina soberano sobre todas las cosas, y que la especialidad de ese Dios es
utilizar la adversidad y la derrota para traer bendición a su pueblo.
Estamos felices porque sabemos que el Señor de
los señores nos ama y está siempre a nuestro lado. Estamos felices porque no
dependemos de cosas materiales para sonreír y cantar. Estamos felices porque
somos más que vencedores y nuestro nombre está escrito en el Libro de la vida
de Dios.
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