"Ninguna
adversidad acontecerá al justo" (Proverbios 12:21)
El texto de Proverbios parece una afirmación
irreal. Asegurar que ninguna adversidad acontecerá al justo, podría muy bien
ser cuestionada en una lectura superficial. ¿No pasa el justo por pruebas y
dificultades? ¿No tiene que decir, como el salmista, que come pan de lágrimas?
¿No es despreciado por otros? ¿Acaso no pasa a veces por el valle de sombra de
muerte? ¿Cómo puede decirse que no le vendrá ninguna adversidad? La respuesta
es sencilla: La adversidad es algo que puede destruir y aniquilar. Esto no es posible
para el cristiano porque no sólo Dios está a nuestro lado, sino que Dios está con, en y por nosotros.
Para el justo las adversidades nunca proceden
de Dios, sino de “nuestro adversario el diablo, que cómo león rugiente, anda
alrededor buscando a quien devorar” (1 P. 5:8). Su propósito es hacernos
fracasar en la vida cristiana; que dudemos de Dios y de su misericordia; que
nos sintamos abandonados de Su gracia y despojados de Su cuidado. El adversario
genera adversidades, como ocurrió con Job, para que hablemos mal de Dios. Si en
su primer intento fracasa, lo repetirá con más intensidad para conseguir su
propósito. A Job le despojó de su familia, de su honor personal, de sus
riquezas, e incluso del afecto de su esposa, en esa adversidad Dios sostuvo su
fe, de modo que podía decir: Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de
Jehová bendito” (Job 1:21b). La calamidad no consiguió apartar a Job de Dios,
porque Él le sostuvo. De este modo podemos entender mejor el texto: “Ninguna
adversidad acontecerá al justo”, es decir, las situaciones más críticas no
conseguirán aniquilarlo porque no pueden aniquilar su fe. Con mayor firmeza se
aferra al Altísimo y con renovada confianza mira arriba para “sostenerse como
viendo al Invisible” (He. 11:27b). El Señor toma la mano del que está pasando
por la adversidad para sostenerle. Acontecer, tiene el componente de algo que
se produce y que puede continuar indefinidamente. La adversidad no acontecerá
al justo como un accidente en su vida sin remedio alguno. Dios está presente y Dios
actuará.
Las situaciones más adversas son conducidas
por Su mano de gracia orientándolas para nuestro bien. Los problemas más
grandes y las angustias más fuertes son permitidas por Él para que culminen en
bendición. En medio de las grandes crisis, el amor de Dios está presente y
nadie ni nada nos podrá apartar de él. Benévolamente nos conduce nuestro Señor
por sendas de justicia por amor de su nombre. Cuando las fuerzas fallan nos
toma en sus brazos para hacernos avanzar. Cuando las lágrimas inundan nuestros
ojos y nos impiden ver, extiende su gracia y enjuga nuestro llanto. Cuando la
inquietud llena el alma viene a nosotros con paz.”. Las circunstancias contrarias no pueden convertirse para
nosotros en adversidad. Es decir, en una situación contraria que no
podamos superar. Todo está bajo el control del Señor y Él nos lleva siempre en
triunfo en Cristo. Dejemos de mirar a nuestro entorno para fijar los ojos en
Jesús, mientras corremos con paciencia la carrera que tenemos por delante. A lo
largo del camino Su misericordia, en la angustia Su presencia, y siempre Su
paz. “Oh, Señor, que mi convicción ahora sea que ninguna adversidad podrá
separarme de ti”.
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