"Ninguna
adversidad acontecerá al justo" (Proverbios 12:21)
El texto de Proverbios parece una afirmación
irreal. Asegurar que ninguna adversidad acontecerá al justo, podría muy bien
ser cuestionada en una lectura superficial. ¿No pasa el justo por pruebas y
dificultades? ¿No tiene que decir, como el salmista, que come pan de lágrimas?
¿No es despreciado por otros? ¿Acaso no pasa a veces por el valle de sombra de
muerte? ¿Cómo puede decirse que no le vendrá ninguna adversidad? La respuesta
es sencilla: La adversidad es algo que puede destruir y aniquilar. Esto no es posible
para el cristiano porque no sólo Dios está a nuestro lado, sino que Dios está con, en y por nosotros.
Las situaciones más adversas son conducidas
por Su mano de gracia orientándolas para nuestro bien. Los problemas más
grandes y las angustias más fuertes son permitidas por Él para que culminen en
bendición. En medio de las grandes crisis, el amor de Dios está presente y
nadie ni nada nos podrá apartar de él. Benévolamente nos conduce nuestro Señor
por sendas de justicia por amor de su nombre. Cuando las fuerzas fallan nos
toma en sus brazos para hacernos avanzar. Cuando las lágrimas inundan nuestros
ojos y nos impiden ver, extiende su gracia y enjuga nuestro llanto. Cuando la
inquietud llena el alma viene a nosotros con paz.”. Las circunstancias contrarias no pueden convertirse para
nosotros en adversidad. Es decir, en una situación contraria que no
podamos superar. Todo está bajo el control del Señor y Él nos lleva siempre en
triunfo en Cristo. Dejemos de mirar a nuestro entorno para fijar los ojos en
Jesús, mientras corremos con paciencia la carrera que tenemos por delante. A lo
largo del camino Su misericordia, en la angustia Su presencia, y siempre Su
paz. “Oh, Señor, que mi convicción ahora sea que ninguna adversidad podrá
separarme de ti”.
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