El texto hebreo original podría traducirse: “Lo ha hecho un poco menor que Dios”. Es una alusión a la creación del hombre a imagen de Dios. La limitación estaría en que su espíritu, que fue creado a imagen de Dios, está sujeto a la carne, y limitado por la muerte. Por eso la distancia entre el Creador y la criatura es infinita. Pero el ser humano está muy por encima de las demás criaturas.
Podríamos afirmar que la distancia que existe entre la materia y el humano, es mucho mayor que la que existe entre el humano y Dios. Por eso, el salmista nos lo presenta como el rey de la creación, y nos muestra una serie de criaturas sometidas a él. Comienza con los animales domésticos, los más cercanos, después pasa a las alturas, a las profundidades, a las aves del cielo y los peces del mar. Todo está sometido al señorío humano.
El ser humano es el representante de Dios sobre la tierra. Es señor, mientras tanto, y representa al verdadero Señor; es un mayordomo de Dios. Ejerce esa representación porque es la imagen de Dios, porque está más cerca de Dios que de la materia, aunque comparte la materia con las demás criaturas.
La Biblia señala, por un lado, la condición pecaminosa del ser humano, su debilidad, y por otro, nos sugiere que la imagen de Dios no ha sido aniquilada a pesar del pecado. La función de representante de Dios no puede ser efectiva, sino a medida que permanece en relación y sumisión ante Aquel que representa. Cuando el humano quiere usurpar el lugar de Dios, tentación sugerida por la imagen de la serpiente, desprecia su función de imagen de Dios para convertirse en caricatura de Dios. Este es el problema más grave del ser humano contemporáneo; quiere ser Dios y no está dispuesto a humillarse aceptando el papel de representante subordinado.
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