lunes, 29 de mayo de 2017

El poder de lo pequeño

Generalmente me levanto de la cama antes que las aves y observo la luz del sol inundar mi oficina cada mañana.
Verán, ¡me enloquece esta hora del día! Pero lo que no me gusta es ser despertado bruscamente de un sueño profundo antes de mi tiempo habitual de levantarme.
Duermo con las ventanas abiertas, y alrededor de las 4:00 cada mañana, llueve o solee, he tenido a un pájaro malvado “en algún lugar” cercano, emitiendo su canto de apareamiento en lo que podrían parecer 130 decibelios. Muchas veces he buscado con insistencia qué sonaba, parecía algo así como una criatura del tamaño de un pterodáctilo consumiendo
algún tipo de esteroides.
Pero esta astuta criatura nunca se dejó ver. Aprecio la naturaleza tanto como cualquiera, ¡pero este gran ruido a estas horas de la mañana no es música a mis oídos! En un momento de agitación en que mi emplumado adversario me colocó, pensé en ubicar a un “deportista” en el vecindario que se encargase de él, pero aquello fue tan solo un anhelo fantasioso. Además, no creo en el “deporte de la cacería”.
En este tiempo, sin embargo, ya me he acostumbrado bastante a mi alarma residente en un árbol, y al mirar el lado positivo de esta situación, hasta podría agradecerle por la hora adicional de trabajo que he podido invertir cada día.

¡Huye!, no seas esclavo de la lascivia

Mi querido Timoteo:
Estaba un día mirando a través de la ventana de mi casa y vi algo que me llamó la atención. Eran unos jóvenes que parecían no tener sentido común, como si nada les importase. Por cierto, uno de ellos parecía estar totalmente falto de juicio; lo vi cruzar la calle, llegar a una esquina y encaminarse hacia la casa de una mujer. El día llegaba a su fin, y las sombras de la noche avanzaban. Este engaño ha llevado a muchos hombres, desgraciadamente, a la destrucción total de su persona, su familia, su ministerio y todo su futuro.
De pronto, la mujer, con aspecto de mujer de la noche y con visibles intenciones malsanas, vio que él se acercaba a su casa y salió a su encuentro. Allí mismo, en la calle, lo abrazó y lo besó. Con todo descaro le dijo: “Salí de casa precisamente para buscarte, y te he encontrado. Mi cama está hecha con sábanas de lino fino importadas y perfumadas con perfumes traídos de lugares exóticos. Ven, bebamos de la copa del amor hasta el amanecer. Mi esposo no está en casa. Ha emprendido un largo viaje y no regresará en varios días.”
Con sus palabras seductoras lo convenció, y con halagos, mimos y abrazos lo sedujo. Él en seguida la siguió, yendo tras ella como buey que va camino al matadero, como ciervo que cae en la trampa, como ave que se lanza contra la red.»
Esta historia, mi querido Timoteo, es una paráfrasis de la sabiduría de Salomón que se encuentra en Proverbios, capítulo siete. La traigo a colación porque quiero tocar el tema que esta alegoría de Salomón presenta: advertir de uno de los peligros más perversos, una de las artimañas más sutiles, uno de los engaños más perspicaces de Satanás.
¿En qué consiste este engaño? En una sola palabra: lujuria. Es decir, la tentación de la naturaleza pecaminosa del hombre.
Las tentaciones que incitan, y a veces conquistan, al siervo de Dios, son múltiples: el poder, la posición, el dinero, el orgullo, pero hay una tentación que es quizá la más intensa de todas: la lascivia, el apetito carnal insaciable. Una de las maneras como esta tentación se expresa es por la pornografía. El vocablo viene de la palabra griega "porne", que significa «prostituta».
La adicción a la pornografía ha llegado al culmen de cautivar a millones de hombres en todo el mundo. En 1998 los adictos a la pornografía gastaron novecientos setenta millones de dólares viendo escenas pornográficas en la red electrónica mundial, y quienes han hecho estudios del avance de esta práctica calculan que para el año 2003 la cifra ascenderá a más de tres mil millones de dólares.
En una encuesta realizada por la organización "Cumplidores de Promesas", un sesenta y cinco por ciento de sus adherentes confesaron haber sido adictos a la pornografía, y en otra encuesta entre pastores y líderes laico-cristianos realizada por "Leadership Magazine" (revista sobre el liderazgo), salió a la luz que un sesenta y dos por ciento confesaron haber estado involucrados en la pornografía. Se calcula que uno de cada cinco líderes cristianos es adicto a la pornografía, lo cual nos obliga a preguntarnos: ¿Cómo es posible que este elevado número de personas, que se identifican como creyentes en Cristo y, aun más, como líderes dentro de la iglesia, estén envueltos en algo tan inmundo, impúdico, corrompido y destructivo?

Cinco panes y dos pescados

“«Aquí hay un muchachito que tiene cinco panes de cebada y dos pescados. ¿Pero de qué sirven ante esta enorme multitud?».” Juan 6: 9 (Nueva Traducción Viviente)
La incredulidad roba bendiciones, y la fe se posesiona de ellas. Los milagros de multiplicación son reales, se creen y luego se reciben. Una palabra de Dios es suficiente para multiplicar todo en tu haber, llámese salud, tiempo, esfuerzo, bienes o dinero. Porque Dios es suficiente y va delante en el camino, para allanarlo a aquellos que van en Su nombre.
En este capitulo, Felipe resaltó lo improbable que sería reunir dinero para alimentar a toda la multitud, que eran cinco mil contando solo a los varones (Juan 6:7). Él, acertadamente en su razonamiento, le puso un número a la multitud, y éste le dio como resultado que ni aun trabajando meses enteros se podría alimentar a los que estaban hambrientos. Luego Andrés recalcó con buen tino, con razón, que aunque usaran los cinco panes y dos pescados de un muchachito sería imposible alimentar a la multitud. Así que lo más razonable, considerando que la gente estaba cansada por seguir a Jesús, era mandarlos a las aldeas cercanas y a sus casas para que consiguieran de comer. Pero………
Pero Jesús tenía un plan, se empecinó en que la gente debía ser saciada en primer lugar con pan espiritual, y en segundo, de un rico banquete para sus estómagos.

El buen Alfarero

ISAÍAS 64:8 “Sin embargo, Señor, tú eres nuestro padre; nosotros somos el barro, tú nuestro alfarero; ¡todos fuimos hechos por ti mismo!”
En Inglaterra había una pareja, entre muchas, a la que gustaba visitar las pequeñas tiendas del centro de Londres.  Al entrar en una de ellas se quedaron prendados de una hermosa tacita. –“¿Me permite ver esa taza?”-, preguntó la señora.  –“¡Nunca he visto nada tan fino!”-.
En las manos de la señora, la taza comenzó a contar su historia:
-“Debe saber que yo no siempre he sido la taza que usted está sosteniendo. Hace mucho tiempo era solo un poco de barro, pero un artesano me cogió entre sus manos y me fue dando forma. Llegó un momento en que me desesperé y le grité: -¡Por favor, déjeme ya en paz!-. Pero él solo me sonrió y me dijo: -Aguanta un poco más, aún no llegó el momento-.
Después me puso en un horno. Nunca había sentido tanto calor. Toqué a la puerta del horno y a través de la ventanilla, pude leer sus labios que me decían: -Aguanta un poco más, todavía no es tiempo-.
Cuando por fin abrió la puerta, mi artesano me puso en un estante. Pero, apenas me había refrescado, me comenzó a raspar, a lijar. No sé cómo no acabó conmigo. Me daba vueltas, me miraba de arriba a abajo... Por último me aplicó meticulosamente varias pinturas. Sentía que me ahogaba. –Por favor, déjame en paz-, le gritaba a mi artesano; pero él solo me decía: -Aguanta un poco más, todavía no es tiempo-.
Al fin, cuando pensé que había terminado aquello, me metió en otro horno, mucho más caliente que el primero. Ahora sí, pensé, que terminaba con mi vida. Le rogué y le imploré a mi artesano que me respetara, que me sacara, que si se había vuelto loco.... Grité, lloré; pero mi artesano sólo me decía: -Aguanta un poco más, todavía no es tiempo-.