lunes, 26 de octubre de 2015

El Perdón En La Biblia ¿Cómo Perdonar?

“PERDONAD…, PARA QUE TAMBIÉN VUESTRO PADRE QUE ESTÁ EN LOS CIELOS OS PERDONE A VOSOTROS VUESTRAS OFENSAS…” (Marcos 11:25b)
¿Cuánto pesa un vaso de agua?... Depende de cuánto tiempo se sujete. Un minuto, no supone ningún problema, después de una hora, te dolerá el brazo. Pero después de veinticuatro horas, vas a estar bastante harto. En cada momento el vaso pesa exactamente lo mismo, pero cuanto más tiempo lo sujetes, más pesado parece. Y lo mismo sucede con el rencor: puede llegar a ser tan pesado que te impida vivir normalmente. La gente te va a herir porque esa es la consecuencia de compartir el planeta con otras personas. Algunas veces, es intencional, otras, ni se dan cuenta de que te han herido, y mucho menos de haberte roto el corazón. ¿Significa esto que debes seguir adelante pretendiendo que no ha pasado nada? No, el primer paso es encarar tus sentimientos. Y si la herida es muy profunda, aún es más difícil perdonar. Entonces es cuando necesitas orar: “Señor, cambia mi corazón y sáname”. 
Jesús dijo: “…orad por los que os calumnian” (Lucas 6:28b). Cuando haces esto, ocurre algo imprevisto. Tu corazón se ablanda y empiezas a ver a aquellas personas a través de los ojos de Dios, en vez de con tus emociones más bruscas. Jesús afirmó: “…perdonad, si tenéis algo contra alguien, para que también vuestro Padre que está en los Cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas…” (Marcos 11:25b). Si no perdonas, tampoco serás perdonado, ni siquiera por el Señor…
Isaac es un estupendo ejemplo sobre el perdonar. Durante una sequía, cavó pozos que sus enemigos le arrebataron, y en vez de tomar represalias, siguió adelante y cavó otros nuevos. Como resultado, Dios llenó sus pozos vacíos y prometió bendecirle, y a sus hijos también (Génesis 26:22-23). Él llenará el vacío de tu vida cuando perdones a aquéllos que te han herido.

CUANDO LO MALDECÍAN… ENCOMENDABA LA CAUSA AL QUE JUZGA JUSTAMENTE (1 Pedro 2:23)
Un niño que se había portado mal con su madre, se escabullía escaleras arriba cuando la madre le preguntó: ¿Dónde vas jovencito? A hablar con Dios en mi habitación, respondió. ¿No hay algo que me quieras decir antes?, dijo ella. “No”, respondió él, “Tú te enfadas pero Dios me perdonará y lo olvidará”. 
Mucho después de que pienses haber perdonado a alguien, todavía puedes estar albergando malos pensamientos hacia él. Veamos algunas pistas para saber si queda trabajo por hacer: 
-Te enfadas cuando piensas en lo que pasó; -le das la espalda a tu agresor; -revives el incidente mentalmente y en ciertas conversaciones; -aprovechas cualquier oportunidad para recordarle al agresor lo que hizo. 
Negarte a olvidar lo pasado es solo otro modo de justificar una actitud de falta de perdón. 
La Biblia dice que hay dos cosas que Dios no va a compartir: (1) su gloria (Isaías 42:8) y (2) su derecho a dirimir viejas cuentas. Él dijo: “Mía es la venganza, Yo pagaré” (Romanos 12:19b). No usurpes su autoridad intentando vengarte; deja que Él lo resuelva. “Cuando lo maldecían, no respondía con maldición; …encomendaba la causa al que juzga justamente” (1 Pedro 2:23). El rencor te encadena al agresor y te conviertes en su rehén. Pensar en demasía sobre lo que tus padres te hicieron, o en cómo tu socio se apropió el mérito de tu trabajo, o en lo que alguien dijo acerca de ti, causa que tú, no ellos, te amargues. Muy agitado, das vueltas y vueltas, y ellos ni siquiera saben que estás ofendido. ¿Por qué vas a darle a alguien ese control sobre tu vida? Lo que es importante es lo que te pasa a ti, no a ellos. Así que, perdona, olvida, y ¡sigue adelante!

Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo

Filipenses 1: 27, 28. Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo, para que, sea que vaya a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio, y en nada intimidados por los que se oponen, que para ellos ciertamente es indicio de perdición, mas para vosotros de salvación; y esto de Dios.
Pablo está preocupado por los filipenses porque sabe que hay una batalla constante en la vida cristiana, y para salir victoriosos, los cristianos deben estar unidos y permanecer firmes, por eso les pide que se comporten como lo que son: la Iglesia de Dios.
La petición de Pablo es oportuna: solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo. Les pide a los filipenses que su comportamiento sea digno, conforme al evangelio de Cristo, para que la gente se dé cuenta que ellos son verdaderos seguidores de Cristo y obedientes al evangelio.

Gracias, ¿pero,... no?

Seguramente tienes una personalidad normal, no eres una persona mala, no le haces daño a nadie, eres feliz y disfrutas con tus amistades momentos felices, momentos de triunfo y victorias. Sin embargo, crees que esas cosas buenas o muy buenas que pasan a tu alrededor, no te van pasar a ti, no porque no seas buena persona ni porque no hagas tus deberes en el hogar, en la escuela o en el trabajo. Es porque simplemente, piensas que no te mereces las cosas buenas, no mereces que Dios te complazca y te consienta, porque te ves como un simple ser humano que no hace nada espectacular ni por Él, ni por los demás.

Pero una vez que Dios decide actuar rotundamente en tu vida, inesperadamente, te agarra por sorpresa y te pone de cabeza a las bendiciones y a la alegría, características que te invaden, cuando Él te apoya y te acompaña en un momento especial. ¡Ojo!, no es que los demás días no estuviera contigo, es que finalmente, un día en particular, por... no se sabe por qué, le prestaste atención. Entonces lo sentiste y te diste cuesta que estaba ahí contigo celebrando tu felicidad.
Y te preguntas, y te dices a ti mismo y a tus confidentes, ¿por qué? ¿Por qué me pasó esto así? No puedo creer que fuera mejor de lo que soñé, pensé o imaginé. Pasan las horas y los días, y sigues dudando, y por dentro estás esperando que llegue el golpe, ese ¡PUM! que hace volver todo a la realidad o a tu normalidad pesimista y poco creyente, pero no llega, ni llegará…

El Principio de Algo Mejor

“Por más que duela, hay que aprender a ver el final de cada momento como el principio de algo mejor”.
Hay finales que son tristes, tal vez porque no son lo que esperábamos. Dar vuelta a la hoja o cerrar un capítulo del libro no siempre es fácil. Pero la actitud y la forma en que veamos y manejemos las experiencias que nos pasan, son importantes al tratar de volver a comenzar.
Para volver a comenzar, para tener un nuevo principio, hay que hacerlo con entusiasmo, optimismo y positivismo. Hay que lograr entender, desde el fondo del corazón, que algo mejor puede venir a tu vida. Porque si empiezas un nuevo ciclo pensando que todo te va a salir mal, o con odios, resentimientos y amargura, las cosas no te van a resultar bien.
Si una relación no resulta bien, si alguien te rompió el corazón, si no te supieron valorar ni respetar como merecías… recuerda un refrán que dice: “más adelante vive gente con vistas al mar”. Y no solo se trata de relaciones amorosas, también de amistades, relaciones laborales, etc.
Hoy comienzo de nuevo, yo me voy a levantar. Dejaré atrás el pasado, renunciaré a lo que no me hace bien.
Mi actitud será diferente, con confianza y optimismo lograré forjar un objetivo distinto y mejor, con resultados que me enorgullezcan.
Sé que solo no puedo pero Dios me ayudará. Porque las cosas que Él planea para mí son mucho mejores de lo que yo pienso y espero. Sonreiré, cantaré, soñaré y trabajaré.

Me preparo para recibir lo mejor, todo saldrá bien.