viernes, 5 de septiembre de 2014

Enseñanzas, siempre las tengamos presente

“Enseña al niño el camino en que debe andar, y aún cuando sea viejo no se apartará de él.” Proverbios 22.6. Aunque quiere decir que le enseñemos La Palabra, también quiere decir que si realmente vivimos en su camino, en su verdad, en su Palabra, no de oídas sino que servimos de ejemplo, el niño crecerá en este camino y nunca lo olvidará.
Mi esposo y yo hemos vivido esta realidad. Nuestros padres han servido a Dios y nos han enseñado su palabra y su ley, y aunque siendo adolescentes fue difícil, como para todo adolescente, hoy en día sabemos que esa instrucción fue la que nos salvó y la que nos mantuvo firmes.
Ahora tú deseas que tu(s) hijo(s) sean instruidos en Su camino. Pues lo primero es que vivas en ese camino, y esto no es una obligación, es algo que debe ser voluntario y al mismo tiempo, muy natural. Así que si tienes hijos pequeños, comienza por cambiar tu manera de vivir en casa.
Y después revisa qué están mirando y escuchando tus hijos, “todo me es lícito mas no todo me conviene”, porque muchas veces lo que ven y escuchan en televisión o en la radio no los edifica. No quiere decir que los apartes completamente de eso, pero sí que seas cuidadoso con aquello que en lugar de construir, más bien está destruyendo; así que, vigila y empieza a agregarles información de Dios, con vídeos, música, libros de historias bíblicas.... Verás como ellos mismos te pedirán explicaciones.
Ora con ellos antes de dormir, al levantarse y antes de comer. “Dad gracias a Dios por todo”, es un tiempo muy importante de comunión con Dios y además, con nosotros como padres. Abrimos con ellos un puente de comunicación de cuanto ha pasado durante el día y además, les estamos enseñando que Dios está presente en todo cuanto hacemos y cuanto tenemos. Aprenden que dependemos de Dios.

La verdad que nos hace libres

Gálatas 5.1 (NTV) nos dice: “Cristo en verdad nos ha liberado”. La razón por la que podemos conocer la auténtica libertad, es que el Señor “nos ha concedido todo cuanto concierne a la vida y a la piedad, mediante el verdadero conocimiento de aquel que nos llamó” (2 Pedro 1.3).
La gente dice con frecuencia: “Me gustaría ser cristiano, pero no me atrevo porque no sé si podría vivir a la altura de todo lo que se requiere”. Por supuesto que no podrían. Y esa es precisamente, la razón por la que se nos ha dado la espléndida seguridad en esta condición. Dios dice que se nos ha concedido todo lo que necesitaremos para tener una vida espiritual triunfante.
Es decir, la estupenda provisión del Señor comienza sólo después de que ponemos nuestra fe en Cristo para ser salvos. Tenemos que dar este salto de fe antes de que su poder divino se desate en nuestra vida. Una vez que lo hayamos hecho, todo lo demás llegará a nuestra vida, incluyendo valentía, perdón, visión, sabiduría, y más fe en Dios.
Esta promesa es difícil de comprender, ya que parece demasiado buena para ser cierta. Muchas personas apenas la leen, y no la aceptan. Otras la miran con recelo y se preguntan qué tiene que pasar para que se convierta en una realidad en sus vidas. Al igual que con todas las promesas de Dios, usted debe aceptarla antes de ponerla en práctica. Y aunque aceptar una promesa es una cosa, ponerla en práctica en la vida diaria puede ser algo muy distinto. Solo cuando nos negamos a estar complacidos con el mundo (Jeremías 2.13), encontraremos la plenitud de esta promesa surtiendo efecto en nosotros.

Jesús, nuestro héroe ideal

Jesús es alguien con quien puedes ser completamente real. Puedes pasar el rato con Él y ser tú mismo, sin ninguna pretensión ni actuación. Jesús es siempre amoroso contigo y puedes hablar con Él sobre cualquier tema. A Él le gusta conversar contigo acerca de tus sueños, aspiraciones y esperanzas. Él quiere sanarte de las cosas de tu pasado, con las que pudieras estar luchando. También está interesado en tus retos actuales. Quiere llorar contigo cuando estás abatido y regocijarse en todas tus victorias. 
Jesús es el amor y la ternura personificados. Pero ten cuidado de no confundir su ternura con las imágenes afeminadas y débiles, que has visto representadas en algunos cuadros tradicionales de Jesús. Él es ternura y fuerza al mismo tiempo. Él es mansedumbre y majestad, virilidad y deidad, terciopelo y acero. Como sabrás, a veces, cuando tratamos de ser firmes y fuertes, enterramos los sentimientos de las personas y terminamos hiriéndolas con nuestras palabras. Y cuando tratamos de ser tiernos, tenemos una sobredosis de bondad y nos reducimos a felpudos, hasta terminar siendo aprovechados por otros.
Desviemos la mirada a nosotros mismos y miremos a Jesús. Él supo forzar, hablándoles severamente, a un grupo de fariseos intrigantes a dar marcha atrás en una ocasión, desafiándolos y diciendo: “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella” (Juan 8:7). Un momento después, ese mismo Jesús pudo mirar directamente a los ojos a una quebrantada mujer sorprendida en adulterio, y con compasión, resonando profundamente en su voz, preguntarle: “Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ni yo te condeno; vete y no peques más” (Juan 8:10-11). ¡Ese es nuestro Dios!

¿Necesitas un milagro?

"HACED TODO LO QUE ÉL OS DIGA" (Juan 2:5b) 
El primer milagro que hizo Jesús fue en una boda. Al enviar las invitaciones, los recién casados tuvieron el sentido común de invitar a Jesús. ¿Necesitas un milagro hoy? Invítale, escucha cuidadosamente lo que Él te diga, y ¡hazlo! Jesús dijo que llenaran de agua unas tinajas vacías (Juan 2:7).
Eso no tenía mucho sentido, pero tampoco lo tenía caminar siete días alrededor de las murallas de Jericó o restregar con barro los ojos de un ciego. Y sin embargo, las murallas de Jericó cayeron y el ciego recibió la vista.

Aquel día en la boda, Jesús dijo esencialmente: "Dame lo que tienes y Yo te daré a cambio, lo que necesitas". Y esto todavía funciona así. Se llama: "la ley de la cosecha": "... el que siembra generosamente, generosamente también segará" (2 Corintios 9:6b). Jesús sabe además, cómo llenar tus "redes vacías" y sacarte de deudas. Fíjate en los discípulos: "... aquella noche no pescaron nada" (Juan 21:3b).


A Dios le gusta empezar de cero para que no haya dudas sobre de dónde viene el poder y de quién es el mérito. Pedro sabía mucho de pesca pero Jesús sabía mucho más: Él sabía dónde picaban los peces. Nuestro Señor conoce el sitio preciso, el momento oportuno y el modo adecuado. Así que, haz lo que Él te diga. Si lo haces, vas a triunfar en la vida. Aquella noche, Pedro pescó tantos peces que tuvo que soltar algunos. Había más que suficientes, y éste es aún el modo en el que Dios actúa. Primero Él te bendice a ti y después a otros a través de ti. Pero recuerda, la fórmula siempre es: "haz todo lo que Él te diga"(Juan 2:5b).

No puedo - Reflexiones

“No puedo” es la peor frase que se ha escrito o hablado. Hace más daño que la calumnia o las mentiras. Con ella muchos espíritus fuertes se han quebrantado y muchos buenos propósitos mueren. Brota, cada mañana, de los labios de quienes no piensan y nos roba el valor que necesitamos durante el día.
Suena en nuestros oídos, como una advertencia enviada a tiempo y se ríe cuando tropezamos y caemos por el camino.
“No puedo” es la madre de la iniciativa débil; la dice quien adopta al terror y al trabajo a medio hacer.
Debilita los esfuerzos de inteligentes artesanos y hace del que trabaja un indolente conformista.
Envenena el alma del hombre con visión negativa, aplasta en su infancia muchos planes.
Saluda al trabajo honesto con abierto desprecio y se burla de las esperanzas y los sueños del hombre.
“No puedo” es una frase que nadie debería pronunciar sin ruborizarse; el pronunciarla debiera ser motivo de vergüenza.
Continuamente aplasta la ambición y el valor; destruye el propósito del hombre y acorta sus metas. Despréciala con todo tu odio por el error que inculca; niégale el alojamiento que busca en tu mente.
Ármate contra ella, como contra una criatura de terror y todo lo que soñaste algún día lo obtendrás.
“No puedo” es la frase que, para la ambición, es un enemigo emboscado que busca destruir nuestra voluntad. Su presa es, para siempre, el hombre con una misión y se inclina tan solo ante el valor, la paciencia y la habilidad.
Ódiala, con odio profundo y permanente, porque una vez bienvenida, quebrantará a todo hombre obviando la meta que esté buscando. Más bien, sigue intentándolo y respóndele a ese demonio diciéndole: “Sí puedo”.