Lo cierto es que todo lo que Él pasó por nosotros, el rechazo, la vergüenza, el sufrimiento, el dolor, la muerte, no fue nada fácil. Estuvo solo en esta Tierra, pasando por un proceso macabro sin poder pedir ayuda ni fuerzas a su Padre, ya que nuestro pecado estaba sobre Él en aquel entonces, y por tanto Dios Padre no podía ayudarle. Jesús pasó todo esto sin su amado Padre, y esto era lo más aterrador que podía experimentar nuestro Precioso Salvador.
Es inimaginable el tremendo dolor que estaba pasando mientras todos gritaban que le crucificaran, mientras le golpeaban, apedreaban, escupían...; cuánto dolor físico y emocional experimentó sin su Papá, pero Él quería hacerlo, era su deseo, era su sueño darnos la oportunidad de estar con el Padre confiadamente, sin manchas que nos separasen de Él. Aún estando crucificado rogaba por nosotros y nos seguia mirando con ojos de amor; nunca hubo odio en su corazón, soportó nuestra culpa para que, teniendo en cuenta Su gran sacrificio, pudiéramos alcanzar la salvación; salvación que es dada únicamente por Gracia, regalo que no merecemos.