Lucas 4:14-22
Pedimos a Cristo que se manifieste como aquel día en Galilea, con el poder del Espíritu, y nos conceda con abundancia sus dones y gracias, que se levante en nuestra vida y con su autoridad divina nos confirme que el Espíritu del Señor está sobre Él, y que manifieste su poder.
En este pasaje evangélico, Jesús nos invita a conocer sus atributos divinos y a reconocer el poder que Dios le ha concedido, para que podamos pedir su ayuda con total confianza, sin dudar de su poder.
HOY SE CUMPLE ESTA ESCRITURA

Hoy, como ayer y como cada día, se cumple esta escritura, porque el poder de Cristo está igual de vivo y presente como cuando en medio de la sinagoga, ante la mirada expectante de amigos y enemigos, se levantó a leerla. Es el tamaño de nuestra fe el que marca la diferencia. A veces nuestra fe es tímida e insegura, y por eso en nuestra oración pedimos como si Dios no fuera infinito.
En una ocasión, un vagabundo menesteroso e indigente que caminaba hambriento y andrajoso por las calles, se encontró con un hombre rico y poderoso, que al verlo se compadeció y le preguntó: ¿qué necesitas?
Pero el mendigo temió pedir demasiado; pensó que el hombre rico quizás no era tan generoso o tan rico; así que, en lugar de pedirle un techo, ropa, comida, zapatos, en fin, todo aquello de lo que realmente carecía… le dijo: ¿tendría usted una monedita que le sobre? En esta historia el hombre rico se encogió de hombros y se limitó a darle al mendigo solo esa monedita que le pidió, en lugar de darle todo lo que necesitaba.