lunes, 6 de abril de 2020

Heme aquí, envíame a mí

Y Dios comienza preguntándose: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Al escuchar esta pregunta, uno entiende que Dios llama urgentemente; Él estaba buscando a alguien que fuera a llevar su mensaje. Un mensajero que fuera fiel, y que lo diera exactamente como Él se lo daba.
Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí” (Isaías 6:8).

Este texto en la Biblia es conocido como el llamamiento de Isaías, llamado a ser mensajero de Dios.

Posiblemente en estos tiempos, la iglesia está enfocada en lo que sucede alrededor de ella. Las almas se están perdiendo, y no hay muchos que sientan el dolor que esto le causa a Dios.

EL DOLOR QUE TIENE DIOS EN SU CORAZÓN ES:

    Resultado de imagen de Heme aquí, ¿envíame a mí?
  • a) Porque las almas se están perdiendo.
  • b) Porque no tiene a quien enviar.
  • c) Porque su Iglesia está distraída con las cosas de este mundo.
Hoy en día se están levantando muchos ministerios de alabanza por todas partes del mundo, pero lo que más se necesita actualmente en el pueblo de Dios, son misioneros que vayan y lleven el evangelio de salvación a todo el mundo. (Romanos 10:14-16)

¿Por qué muchos no sienten el dolor que siente Dios?

Será porque estamos ocupados en nuestras cosas, en lugar de estar ocupados en las cosas del Señor. Jesús dijo:
Entonces él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi padre me es necesario estar?” (Lucas 2:49)
Por esta razón Jesucristo nunca se desvió, porque siempre se mantenía ocupado en los negocios de su padre.
Y hoy en día, es al revés, nosotros nos desviamos por no estar en los negocios de nuestro padre.
LA CONDICIÓN DE LA IGLESIA (EN GENERAL)
La condición de la iglesia de hoy en día, se puede comparar a la parábola de la gran cena:
Y a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los convidados: Venid, que ya todo está preparado. Y todos a una comenzaron a excusarse. El primero dijo: He comprado una hacienda, y necesito ir a verla; te ruego que me excuses. Otro dijo: he comprado cinco yuntas de bueyes, y voy a probarlos; te ruego que me excuses. Y otro dijo: Acabo de casarme, y no puedo ir”. Lucas 14;16-20
Los tres excusados:
  • 1. El que compró una hacienda
  • 2. El que compró una yunta de bueyes
  • 3. El casado
En ningún lugar la Biblia prohíbe alguna de estas tres cosas. El problema no está en ninguna de ellas, sino en que cada uno de los excusados le dio prioridad a cada una de estas cosas, antes que darle prioridad al Señor.

El primer excusado:

Dice la Biblia que esta persona compró una hacienda y que iba a verla. Pero, nadie compra sin ver. Podríamos decir que la verdad no radicaba especialmente en la hacienda, sino que esta persona estaba afanada en los negocios de este mundo. Y dándole el primer lugar a los negocios de este mundo, antes que a los negocios de Dios. Para él era más importante una hacienda que atender a la gran cena, la cual ya estaba preparada para él.
Entonces Pedro comenzó a decirle: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido” (Marcos 10:28)

El segundo excusado:

La Biblia dice que esta persona había comprado cinco yuntas de bueyes. Este segundo excusado parecía primo del primero, porque casi andaban en lo mismo. El primero en los negocios y éste en el trabajo. Así hay hoy en día muchos que se excusan de no atender a la iglesia por causa del trabajo, porque dicen "que ya no les llega el dinero". Por esto tienen que trabajar.
"Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?” (Marcos 8:36)

El tercer excusado:

La Biblia dice que esta persona se acababa de casar. Como si esto fuera un impedimento para que la persona atendiera. Este le dio preferencia a su matrimonio antes que al Señor. Jesús dijo: De cierto os digo, que no hay nadie que haya dejado casa, o padres o hermanos o mujer o hijos, por el reino de Dios, que no haya de recibir mucho más en este tiempo, y en el siglo venidero la vida eterna” (Lucas 18:29-30).

Conclusión

Dejemos de poner excusas y obremos para Dios. Démosle a Dios el lugar que merece en nuestra vida, y cumplamos con la misión que Él nos ha entregado. Dejemos de poner excusas y digamos Heme aquí, envíame a mí.


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