Si bien es cierto que todos somos creación de Dios, también lo es que no cualquiera puede considerarse su hijo. A pesar de que todos tenemos un valor especial para Él y que nos ama a todos por igual, el ser hijo de Dios tiene un lugar especial, pues se goza de las bendiciones que por gracia tiene a bien entregar a cada uno de los que lo aman, tal como lo dice Juan 1:12
“Mas a cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios. Éstos no nacen de la sangre, ni por deseos naturales, ni por voluntad humana, sino que nacen de Dios“ (NVI) Juan 1:12-13
Tal vez recuerdes el momento en el que viniste a conocer a Dios, esa fecha especial en la que reconociste a Jesús como único salvador, creíste, lo recibiste en tu corazón y te convertiste en su hijo. Desde ese instante tu vida fue diferente, pues ser un hijo de Dios hace que veamos la vida diferente.
A pesar de que las vivencias que pasamos son iguales a las de todas las personas debido a nuestra naturaleza humana, nuestras reacciones y resultados no son los mismos, pues gozamos de la ayuda y respaldo de Dios en cada cosa que hacemos.
Posiblemente estés pasando por una situación no muy agradable, que ya han vivido miles y miles de personas, y de la cual no han obtenido resultados favorables. Bueno, pues es justo ahí donde debes recordar que “tú no eres como los demás”, que aunque la situación en la que te encuentras a simple vista es igual o peor, tu resultado no será el mismo porque hay una enorme diferencia, y esa es que tú cuentas con un padre que te protege y te ayuda y que jamás te dejará solo.
Eso sí, hay situaciones de las que no estamos exentos, pues son parte de la vida. Y también hay que considerar que no somos perfectos, que por lo tanto a veces también cometemos errores y vienen las consecuencias, pero junto a ello viene el aprendizaje, la madurez o algo que Dios ha querido mostrarnos.
Muchas veces también prestamos atención a los comentarios y opiniones de las demás personas que, lejos de ayudarnos, nos hacen dudar sobre lo que en un principio estábamos convencidos; de que la forma de pensar y creer de un hijo de Dios es muy diferente a la de los demás, porque reconocemos que tenemos por padre al Dios que convierte lo imposible en posible.
La seguridad que nos da el hecho de ser sus hijos es que nunca estaremos enfrentándonos a algo mayor que Él. Para los hijos de Dios no existe la derrota ni los imposibles; hay amor, perdón y nuevas oportunidades, caminos que otros no pueden ver, y esperanza donde no la hay.
Recuerda lo que dijo Pablo en Gálatas 4: 6,7.
Ustedes ya son hijos. Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: ¡Abba! ¡Padre! Así que ya no eres esclavo sino hijo; y como eres hijo, Dios te ha hecho también heredero. (NVI)
¿Qué es lo que te impide salir de esa situación? ¿Que puede estar pasando en tu vida que te haga pensar que no hay más solución? ¿Qué es eso que ves tan grande y difícil de vencer, que Dios no pueda derrotar?
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