jueves, 23 de julio de 2020

La pereza

“Todas vuestras cosas sean hechas con amor”. (1 Corintios 16:14)

 Si nos falta estímulo es porque nos falta amor

Frecuentemente las obligaciones diarias nos resultan tediosas y se nos hace difícil completar nuestros trabajos. En otras ocasiones no es por el esfuerzo que ya hayamos hecho, sino que por pereza no podemos ni siquiera empezar a trabajar. Entonces buscamos cualquier excusa para evitar comenzar nuestra obligación.
Cómo Combatir la PEREZA? y ¡Ser una Persona Activa! | PadelStarEsto sucede porque nos falta estímulo para realizar algo. De esta manera, surge una pereza que nos aplasta y no nos permite encontrar el motivo que nos impulse a hacer nuestra tarea. Y los cristianos sabemos que el verdadero impulso para realizar cualquier actividad en la vida es el amor. Es la única fuerza que justifica cualquier esfuerzo y lo hace llevadero. (Colosenses 3:17)
El trabajo, si no requiere un esfuerzo y una responsabilidad, no es trabajo. Pero no estamos hablando simplemente de lo que genera ingresos en nuestro hogar. Sino de cualquier tarea que para nosotros sea una obligación, aunque no recibamos dinero a cambio.
Cualquier cosa que hagamos, ya sea el mantenimiento del hogar, los estudios, etc., no puede perpetuarse en el tiempo si no tenemos un estímulo muy fuerte. El amor a Dios es para el cristiano lo que impulsa su acción, y le dispone a hacer todas las cosas porque las hace para Él. Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres. Colosenses 3.23

El trabajo nos dignifica como personas

No debemos buscar la ocupación por sí misma. Esto puede ser señal de que no estamos bien espiritualmente y necesitamos algo que nos haga olvidar el estado de nuestra conciencia. La ocupación no debe ser un escape, sino el resultado de estar al servicio de Dios y del prójimo.
Si ofrecemos nuestras ocupaciones a Dios, Él las hará más dignas y las tomará como un sacrificio agradable. Porque no está dentro del plan de Dios que vivamos en la holgazanería. Esta no prepara nuestro espíritu para el sacrificio y la renuncia que son necesarios en el combate contra el pecado. La pereza es una ocasión para que sobrevengan muchas tentaciones.
El hombre ocioso que no sabe utilizar el tiempo, lo malgasta en cosas vanas. Por eso el trabajo u ocupación nos eleva como personas, mostrándonos lo valioso del esfuerzo para obtener un resultado. Dios mismo trabajó en la creación, y los apóstoles nos recalcan muchas veces el valor del trabajo. (1 Corintios 15:58)
Siempre debemos crearnos un espacio para la oración. Tiene que ser una preocupación constante el reservarnos un tiempo para el diálogo con Dios. Pero si ofrecemos nuestro trabajo u ocupación al Señor, también es una forma de orar. Damos gloria a Dios cuando hacemos algo bien porque lo hacemos para Él.

Huyamos de la pereza con valentía

Ahora bien, huir de la pereza implica mucho coraje, porque la tendencia del hombre después del pecado original es hacia la comodidad y el placer. Por eso, ir en contra de esta tendencia no nos gusta, nos repugna. Sin embargo, sabemos que no es bueno para nuestra vida espiritual abandonarse a la haraganería.
En la pereza existen muchos peligros. Peligros de pensamientos ociosos que nos inducen a ver las tentaciones que existen a nuestro alrededor como muy apetecibles. Contra ellos, un trabajo continuo, mediante pequeñas renuncias cotidianas, es lo que va a fortalecer nuestro espíritu para cuando el combate sea más duro.
Si todos los días hacemos un pequeño esfuerzo que nadie note, solo nosotros y Dios, haremos un gran trabajo contra la pereza. Puede ser salir de la cama apenas suena el despertador. O cumplir nuestra tarea aunque ya nadie mire si la estamos haciendo. Eso es obrar ofreciéndole a Dios nuestra labor. (2 Timoteo 2:15).
Pidamos al Espíritu Santo que nos inspire y nos dé su fuerza para hacer las cosas ofreciéndoselas a Dios con alegría. Porque los cristianos debemos estar felices de poder servir al Señor, aunque sea simplemente cumpliendo con nuestro deber. Ninguna obra santificada por la oración es despreciable para Dios. Si lo hacemos con amor, el acto más sencillo tiene un valor eterno.

En definitiva

La pereza nos invade muchas veces, impidiéndonos trabajar con ánimo. Incluso en ocasiones nos dificulta el comienzo de nuestras obligaciones. Pero si lo que hacemos lo ofrecemos a Dios, y el amor es lo que nos impulsa, no sentiremos más pesadez en el cumplimiento de las obligaciones.
Porque el amor es el estímulo más grande, mediante el cual le ofrecemos al Señor toda nuestra vida. El acto más pequeño se vuelve valioso ante Dios si lo hacemos con amor para mayor gloria suya. (Hebreos 6:10)

No hay comentarios:

Publicar un comentario