lunes, 18 de mayo de 2020

No hagas tu corazón de piedra

corazon de piedraLa primera impresión que viene a la mente al pensar en un corazón de piedra es un corazón duro, sin sentimientos, que tiene muy pocas probabilidades de conmoverse, de sentir algo bueno; imposibilitado para amar, cerrado a creer, sin vida ni esperanza.
Cuando experimentamos cosas que nos lastiman, activamos un mecanismo de defensa, tal como ocurre cuando se forman las perlas; apenas entra un granito de arena en la ostra y ya formó una capa dura de nácar que la cubre. Igualmente, cuando somos lastimados o alguien daña nuestro corazón, además de sentir tristeza, viene un sentimiento de querer evitar a toda costa que alguien más pueda hacerlo de nuevo. Pero dejar que el corazón se cierre no siempre es la mejor manera de cuidarlo.
Cuando creer en algo te trajo resultados que no esperabas o sufriste algún rechazo, el corazón se duele y trata de protegerse levantando muros que, si no prestas atención, pueden llegar a medidas tan altas que después ni tú mismo puedes cruzar; se endurece, se niega a creer o confiar por temor a ser herido nuevamente.
En medio de una decepción, el peor error que puedes cometer es aislarte. Sentirte defraudado, traicionado y sobre todo usado, te hace creer que quizá como persona no vales lo suficiente para alguien más, baja tu autoestima y tu confianza en ti mismo a un grado en el que ni siquiera tú crees en ti. Pero debes saber que tu valor no lo determinan las personas que te fallan, ni tampoco las que te hacen halagos; tu valor lo puso Dios desde antes que llegaras al mundo, y fue un precio altísimo que nada ni nadie puede cambiar.
La mejor manera de sanar tu corazón es entregándole a Dios tu dolor. Él es el único que puede hacer algo al respecto, curar las heridas que ni siquiera el tiempo puede borrar, sanarlo, restaurarlo y hacer que, aunque por el dolor se haya endurecido, vuelva a ser el corazón contento y lleno de vida que un día fue.

No dejes que tu corazón se endurezca a causa de las heridas; que lo que has vivido no provoque en ti insensibilidad e incredulidad. No permitas que las situaciones difíciles conviertan tu corazón en una piedra fría y sin fe en los buenos sentimientos, no renuncies al amor y la confianza; renuncia solamente a aquello que te ha hecho perderlos.
Perdona, olvida, y si crees que es difícil permite que Dios lo haga, confía nuevamente, no te cierres a la posibilidad de lograr lo que has esperado, que tus tropiezos no sean motivos para que te quedes tirado a medio camino, sino que te impulsen a levantarte cada día creyendo que lo que no se da es porque hay algo mejor.
Tal vez tu paisaje se nubló de tristeza y desilusión. Pues entonces es momento de cambiar el rumbo de tu mirada; así como el sol se oculta por el poniente, cada mañana nace de nuevo por el oriente.

Dios está dispuesto a reparar tu corazón. Permite que sane cada herida, para que puedas darte cuenta que por lastimado o endurecido que esté tu corazón, en sus manos puede ser restaurado.


No hay comentarios:

Publicar un comentario