miércoles, 22 de enero de 2020

Jesús en mi ciudad

“Y arribaron a la tierra de los gadarenos, que está en la ribera opuesta a Galilea.” Lucas 8:26
El mayor milagro que Jesús puede hacer en una persona es cambiar su carácter por completo. Imaginemos, pues, cuánto puede hacer Jesús por una ciudad completa.

Pensemos en el momento en que llegamos a una ciudad a la que nunca hemos visitado. Bajamos del autobús y, ¿qué es lo primero que esperamos ver?; si es una ciudad grande, lo que pensamos encontrar es mucha gente, muchos coches, tal vez transportes públicos diferentes a los que conocemos. Si es un pueblo pequeño esperamos ver poca gente, personas en bicicleta, perros en la calle, personas aún en caballo, la mayoría de las personas caminando pues todo lo tienen cerca de casa, algún terreno baldío…

Resultado de imagen de Jesús en mi ciudadAhora imaginemos Gadara.

Jesús llegó al puerto de la ciudad en barco, esperando encontrar multitudes que lo buscaran para que les hiciera algún milagro; o incluso, personas que tenían alguna duda sobre la ley. Pero eso no fue con lo que se encontró Jesús. Salió a recibirlo un hombre muy conocido de la ciudad: Al llegar él a tierra, vino a su encuentro un hombre de la ciudad, endemoniado desde hacía mucho tiempo; y no vestía ropa, ni moraba en casa, sino en los sepulcros” (Lucas 8:27)
Este hombre estaba desnudo, vivía en el cementerio y sobre todo, estaba endemoniado. ¿Qué hubiéramos hecho si nos lo encontramos en la calle? Pensemos en lo que sentía la gente de la ciudad cuando lo veían acercarse; pero cuando Jesús llegó a Gadara y se encontró con el endemoniado, sucedió algo que la ciudad no esperaba que sucediera (versículos. 30-33).
Jesús sabía que los habitantes de esa ciudad estaban aterrorizados por las obras, maldades y destrozos de estos demonios. Mas Jesús amaba tanto a los habitantes de esa ciudad, que los libró sacando a la legión de demonios que tenía este joven. Con el milagro que Jesús hizo en este muchacho no solo se benefició él, su familia y sus amigos; se benefició toda la ciudad.

Cerca de Samaria

“Yendo Jesús a Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea.” (Lucas 17:11)
Jesús estaba haciendo sus viajes de costumbre, pero esta vez decidió no pasar por Galilea ni Samaria. Pasó por una aldea pequeña que estaba entre estas dos ciudades. Cuando estaban a punto de llegar a la aldea, diez leprosos le gritaron desde lejos: ¡Maestro, ten misericordia de nosotros!” (versículo 13)
Jesús sabía la necesidad de estos hombres y también sabía la fe que ellos tenían en Él. La lepra era la peor enfermedad, no había cura para ella. Las personas que contraían esta enfermedad eran separadas de sus familiares y seres queridos a un lugar apartado. Jesús sabía el deseo que tenían estos hombres de volver a ver a sus hijos, papás, esposas, o amigos que estaban en el pueblo y que, a causa de su enfermedad, tuvieron que dejar.
Jesús también sabía las razones morales y las cuestiones de salud con las que se regían los judíos (Levítico 13). Por esa razón envió a los leprosos a que los revisara el sacerdote, y cuando llegaron allí su enfermedad había sanado.
Solo uno regresó para dar gracias a Jesús. Pero pensemos mejor en la alegría que sintieron las familias de estos diez hombres al verlos regresar a casa completamente sanos. Suponiendo que cada hombre estaba casado, tenía 2 hijos y ambos padres vivos, ¿cuánta gente se benefició con este milagro?: 1 leproso + 1 esposa + 2 padres + 2 hijos = 6 personas por leproso = 6 personas x 10 leprosos = 60 personas
Además, no estamos contando a los amigos y vecinos que se alegraron por la sanidad de cada uno de estos hombres. Y si tenían hermanos, primos, tíos, abuelos, etc.
Ahora, imagina el milagro que ocurriría en tu ciudad si Jesús la visitara. ¿Qué pasaría? ¿Qué es lo que más necesita tu ciudad? Alimento para los hambrientos, vestido para los desnudos, calzado para los descalzos, agua para los sedientos, empleo para los desempleados, armonía para los que están en discordia, sanidad para los enfermos, paz para los abatidos… son algunas cosas que podemos mencionar, que sin duda tu ciudad necesita…

Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses. (Mateo 5:42)

La Biblia dice que nosotros mismos somos los que traeremos a Jesús a nuestra ciudad, a través de nuestros actos de bondad. Tal vez no podamos sanar físicamente a alguien con cáncer, pero sí podemos orar por él para que el médico divino lo haga. En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir.” (Hechos 20:35); Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano” (1 Corintios 15:58).

En definitiva

Hoy Jesús puede estar en nuestra ciudad si empezamos a ser “Las Manos Ayudadoras de Dios”. Todo lo que hagas e inviertas, Cristo te lo pagará. Así que amigo, Jesús está en mi ciudad. Nuestro deber es salvar de la muerte a todas las personas que podamos. Mostremos a Jesús en nuestra manera de ser.

No hay comentarios:

Publicar un comentario