Mateo fue martirizado en Etiopía, muriendo por una herida de espada. Juan enfrentó el martirio cuando lo cocinaron en un enorme caldero de aceite hirviendo durante una ola de persecución en Roma. Sin embargo, fue librado milagrosamente de la muerte. Entonces fue sentenciado a las minas en la prisión de la isla de Patmos, y fue ahí donde escribió su libro profético del “Apocalipsis”. Posteriormente, el apóstol Juan fue liberado y llevado de regreso a lo que hoy conocemos como Turquía. Murió muy viejo y fue el único de los apóstoles que murió pacíficamente.
Santiago, el hermano de Jesús (no habiendo sido oficialmente un apóstol), fue el líder de la iglesia en Jerusalén. Fue arrojado de una altura de más de 30 metros desde el pináculo sureste del templo, cuando se rehusó a negar su fe en Cristo. Cuando descubrieron que sobrevivió a la caída, sus enemigos lo golpearon con un garrote hasta matarlo. Este fue el mismo pináculo donde se cree que Satanás había llevado a Jesús durante la tentación.
Bartolomé, también conocido como Natanael, fue misionero en Asia. Testificó en lo que hoy es Turquía y fue martirizado por su predicación en Armenia, donde fue azotado con un látigo hasta morir.
Andrés fue crucificado en una cruz en forma de “X” en Grecia. Después de haber sido azotado severamente por siete soldados, estos ataron su cuerpo a la cruz con cuerdas para prolongar su agonía. Sus seguidores reportaron que, cuando él era llevado a la cruz, Andrés la saludó con estas palabras; “Hace mucho que he deseado y esperado este feliz momento. La cruz ha sido consagrada por el cuerpo de Cristo colgado en ella”. Él continuó predicando a sus verdugos por dos días hasta que murió.
El apóstol Tomás fue traspasado con una lanza en la India, durante uno de sus viajes misioneros para establecer allí una iglesia.
Matías, el apóstol elegido para remplazar a Judas Iscariote el traidor, fue apedreado y luego decapitado.
El apóstol Pablo fue torturado y después decapitado por el vil emperador romano Nerón en el año 67. También hay tradiciones referentes a los otros apóstoles, pero ninguna que cuente con una base histórica o tradicional fiable.
No es muy importante cómo murieron los apóstoles. Lo que sí es importante es el hecho de que todos ellos estuvieron dispuestos a morir por su fe. Si Jesús no hubiera resucitado, los discípulos lo hubieran sabido. Las personas no morirán por algo que ellos saben que es una mentira. El hecho de que todos los apóstoles estuvieron dispuestos a padecer horribles muertes, rehusando a renunciar a su fe en Cristo, es una tremenda evidencia de que realmente presenciaron la resurrección de Jesucristo.
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