“Tu ojo es una lámpara que da luz a tu cuerpo. Cuando tu ojo es bueno, todo tu cuerpo está lleno de luz” Mateo 6:22 (Nueva Traducción Viviente).
Para José fueron sus sueños, para Moisés fue liberar al pueblo de DIOS, para Pedro fue alimentar las ovejas de nuestro Señor, y para Jesús fue la Cruz. Esta era la visión de Dios para sus vidas. Por el contrario, andar por la vida sin visión es como ir en un barco sin brújula o tener una pistola sin pólvora.
El creyente debe tener una visión clara de parte de DIOS, para dar fruto. De lo contrario se parecerá a una planta que la cambian de lugar cada vez, sin poder echar raíces y mucho menos producir fruto. Todo ha sido creado por medio del Señor y para Él (Colosenses 1:16), por lo que en Jesús es donde se encuentra la única visión eterna. En Dios, los suyos son obras maestras en proceso (Efesios 2:10).
Aunque las visiones del Señor no siempre serán fáciles, solo en ellas se encuentra trascendencia. Para José significó ser enviado a una tierra lejana, ser vendido como esclavo y estar unos años en prisión injustamente; no obstante, llegó a convertirse en el gobernador de Egipto. Para Moisés, su visión le llevó a dejar el palacio donde fue criado y convertirse en el caudillo de Israel. Para Pedro significó enfrentar su pasado y predicar la Palabra de DIOS sin temor. Y para Jesús su visión le costó su sangre. Sin embargo, por medio de ella millones han encontrado salvación.
Estás invitado a mantener avivada la visión que te ha sido dada por DIOS, que a nadie más se la ha asignado. Si últimamente tu vista es borrosa, permite que el Señor limpie tu corazón y te permita andar en Su visión.
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