“Sin embargo, fueron nuestras debilidades las que él cargó; fueron nuestros dolores los que lo agobiaron. Y pensamos que sus dificultades eran un castigo de Dios; ¡un castigo por sus propios pecados! Pero él fue traspasado por nuestras rebeliones y aplastado por nuestros pecados.
Fue golpeado para que nosotros estuviéramos en paz, fue azotado para que pudiéramos ser sanados.”
Fue golpeado para que nosotros estuviéramos en paz, fue azotado para que pudiéramos ser sanados.”
Isaías 53:4-5 Nueva Traducción Viviente (NTV)
Cuando Jesús estaba a un paso de la Cruz en el huerto de Getsemaní, se angustió en lo más profundo de su alma. De antemano sabía el castigo y sufrimiento que lo esperaba; la peor de las muertes, muerte de cruz, pero a lo lejos Él divisó el galardón. Pudo alcanzar a ver a millones de personas siendo perdonadas por sus pecados, libres de cadenas, restauradas de todo tipo de maltratos y abusos, sanadas de enfermedades; y esto hizo que valiera la pena. Jesús antes de ir a la Cruz, pensó en todo aquel que estaba muerto en vida sin esperanza, en aquellos que con sus propias fuerzas jamás podrían salir de la oscuridad, en los que acabarían con su vida antes de tiempo; y al hacerlo quiso darle otro final a sus vidas, perdón y vida eterna. Cuando vio lo que lograría con Su angustia, quedó satisfecho (Isaías 53:11).
Jesús pagó el precio de dar paz a toda la humanidad. Él cargó con todas las debilidades de las personas en la Cruz, fue azotado para que pudiéramos ser sanados, fue traspasado por toda rebelión y aplastado por todo pecado cometido; de toda persona y de todo tiempo. Por lo que, no es voluntad de DIOS que cualquier persona tenga cadenas, esté cautiva, viva en pecado, padezca enfermedades, o que viva afligido, triste o en depresión. El poder del Espíritu de DIOS puede liberar a quien sea de cualquier situación que lo oprima.
Jesús tiene todo el poder y la disposición necesarios para liberar a quien sea de su opresión. Él tiene todo el derecho legal pues hizo añicos el pecado y la maldad en la Cruz. Y todo lo que hay que hacer es creerle. Él no espera que paguemos absolutamente nada o que nos castiguemos o suframos para obtener la anhelada paz, porque Él ya pagó el precio.
Si tú has vivido en una prisión de cualquier tipo y te han dicho que nada ni nadie te puede salvar, hay para ti una gran noticia: ¡Jesús puede salvarte! De hecho ya lo hizo en la Cruz, solo tienes que creerlo.
Si crees que Jesús te puede hacer verdaderamente libre, haz esta oración:
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