sábado, 21 de septiembre de 2019

¿Qué es la gloria de Dios?

La gloria de Dios es la belleza de Su espíritu. No se trata de la belleza estética o material, sino de la belleza que emana de Su carácter, de todo lo que Él es. Santiago 1:10 hace un llamado al hombre rico para que se “gloríe en su humillación,” indicando una gloria que no tiene nada que ver con la riqueza, el poder o la belleza material. Esta gloria puede coronar a un hombre y/o embellecer la tierra. Es vista en el hombre y en la tierra, pero no es de ellos; es de Dios. La gloria del hombre es la belleza del espíritu del hombre, la cual es falible y eventualmente pasajera, y por lo tanto es humillación – como lo dice el verso. Pero la gloria de Dios, manifestada en el conjunto de todos Sus atributos, jamás se desvanece. Es eterna. 
Isaías 43:7 dice que Dios nos creó para Su gloria. En su contexto, al igual que en otros versos, puede decirse que el hombre “glorifica” a Dios, porque a través del hombre la gloria de Dios es vista en cosas como el amor, la música, el heroísmo, etc., cosas pertenecientes a Dios que nosotros llevamos en “vasos de barro” (2 Corintios 4:7). Somos los vasos que “contienen” Su gloria. Todas las cosas que somos capaces de hacer y de ser, tienen su fuente en Él. 
Resultado de imagen de la gloria de DiosDios interactúa con la naturaleza de la misma manera. La naturaleza exhibe Su gloria. Su gloria es revelada a través del mundo material de muchas formas, y con frecuencia de diferentes maneras para diferentes personas. Una persona puede quedar cautivada por la vista de las montañas, y otra persona puede amar la belleza del mar. Pero quien está detrás de ambos (la gloria de Dios) le habla a ambas personas y las conecta con Dios. De esta manera, Dios es capaz de revelarse a Sí mismo a todos los hombres, sin importar su raza, herencia o lugar. Como dice el Salmo 19:1-4. “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día emite palabra a otro día, y una noche a otra noche declara sabiduría. No hay lenguaje, ni palabras, ni es oída su voz. Por toda la tierra salió su voz, y hasta el extremo del mundo sus palabras.” 

El Salmo 73:24 llama “gloria” al mismo cielo. Es común, hasta cierto punto, escuchar a los cristianos hablar de la muerte como ser “recibido en la gloria,” frase tomada de este Salmo. Cuando el cristiano muere, es llevado a la presencia de Dios, y en Su presencia estará rodeado por la gloria de Dios. Seremos llevados al lugar donde literalmente reside la belleza de Dios – la belleza de Su Espíritu estará allí, porque Él estará allí. La belleza de Su Espíritu (o la esencia de quien es Él) es Su “gloria.” En ese lugar, Su gloria no necesitará expresarse a través del hombre o la naturaleza; en vez de ello será vista claramente, así como dice 1 Corintios 13:12, “Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido.” 

En el sentido terrenal/humano, la gloria es una belleza o vitalidad que se ve en lo material de la tierra (Salmo 37:20, Salmo 49:17), y en ese sentido, es pasajera. Pero la razón de su desvanecimiento es porque las cosas materiales no perduran. Se marchitan y mueren, porque la gloria que se encuentra en ellas pertenece a Dios, y vuelve a Él cuando el deterioro o la muerte se apoderan de lo material. Pensemos en el hombre rico que mencionamos antes. Los versos dicen, “El hermano que es de humilde condición, gloríese en su exaltación, pero el que es rico, en su humillación; porque él pasará como la flor de la hierba.” Santiago 1;9-10. ¿Qué significa esto? El verso está advirtiendo al hombre rico, que se dé cuenta de que su riqueza, poder y belleza proceden de Dios, y que se humille al recapacitar en que es Dios quien hizo lo que él es, y le dio todo cuanto tiene. Y ser consciente de que él perecerá como la hierba, lo llevará a la conclusión de que la gloria procede de Dios. Que Dios es la fuente, el manantial de donde emanan todas las pequeñas glorias. 

Puesto que la gloria procede de Dios, Él no permitirá establecer la afirmación de que la gloria proviene del hombre, o de los ídolos del hombre o de la naturaleza. En Isaías 42:8, vemos un ejemplo del celo de Dios por Su gloria. Este celo por Su propia gloria es de lo que Pablo está hablando en Romanos 1:21-23, cuando habla sobre las maneras en las que la gente adora a las criaturas en vez de al Creador. En otras palabras, ellos solo miran al objeto a través del cual procede la gloria de Dios, y en vez de dar a Dios el crédito por ello, adoran a ese animal, o árbol u hombre como si la belleza que poseyeran se hubiera originado en ellos. Esto es el corazón mismo de la idolatría y es un hecho muy común. Todo aquel que haya vivido, ha cometido este error en uno u otro momento. Todos nosotros hemos “cambiado” en algún momento, la gloria de Dios po la “gloria del hombre.”

Este es el error que mucha gente continúa haciendo: confiar en cosas terrenales, en relaciones terrenales, en sus propios poderes, talentos o belleza, o en la bondad que ven en otros. Pero cuando estas cosas se desvanecen y caen, como lo harán inevitablemente (siendo solo contenedores temporales de la gloria mayor), esta gente cae en la desesperación. Lo que necesitamos considerar es que la gloria de Dios es constante, y que los que viajamos a través de la vida, la veremos manifestada aquí y allá, en esa persona, o en ese bosque, o en una historia de amor o heroísmo, ficticia o no, o en nuestras propias vidas. Pero al final, todo eso regresa a Dios. Y el único camino a Dios es a través de Su Hijo, Jesucristo. Es en Él donde encontraremos la fuente misma de toda la belleza en el cielo, si estamos en Cristo. Nada será una pérdida para nosotros. Todas esas cosas que se desvanecieron en la vida, las encontraremos nuevamente en Él.

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