domingo, 25 de agosto de 2019

La humildad

Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte a su debido tiempo. 1 Pedro 5:6

En la actualidad prevalece la ley del más fuerte y nadie parece estar dispuesto a dejarse dominar por los demás. El hombre está contra el hombre, y cualquier signo de debilidad es aprovechado por otros para someter al más débil. Jesús, el Hijo de Dios, vino a este mundo y las cosas no eran muy distintas entonces, pero nos trajo un mensaje basado en la humildad como aspecto indispensable en nuestra vida práctica delante de Él.
La humildad es la antítesis absoluta de la arrogancia, es, en la modestia, anteponer primero el bienestar de otros sin ser engañoso o altivo. Lamentablemente, el mundo está lleno de personas que buscan su propio bienestar y alcanzar sus logros pasando por encima de otros.

I. LA HUMILDAD CONTRA LA VIOLENCIA

Una de las características de nuestra actualidad es la violencia, pero la palabra de Dios nos llama a vivir en humildad. Se trata de que rechacemos la violencia como regla de vida y antepongamos la modestia, de que echemos fuera la arrogancia y la altivez que tanto daño hace a nuestra relación con nuestros semejantes.
Resultado de imagen de La humildadAlguien dijo que la violencia engendra violencia, y de esto no se ha percatado el hombre ya que ante tanta violencia él responde con más violencia, creándose así el caos y la desesperación. Es tiempo de reflexionar y dejar a un lado el deseo de venganza, y asumir el consejo divino de perdonar y mostrar interés por los demás como por nosotros mismos.
Por lo general, cuando recibimos una ofensa no nos quedamos callados o no reaccionamos de manera pacífica; sino que estamos acostumbrados a darle rienda suelta a nuestras emociones o caracteres. Cuando contactamos con la ofensa nuestra reacción humana siempre tiende a devolver la misma. Sin embargo, con la ayuda del Espíritu Santo podemos desechar la ofensa y tener una reacción de paz, no de violencia.
La Biblia nos enseña en Proverbios 15:1 que “La blanda respuesta quita la ira; mas la palabra áspera hace subir el furor”. En este tiempo debe prevalecer el entendimiento entre nosotros y la paz; para esto es necesario que rindamos nuestros propios principios altivos y llenos de arrogancia ante el Señor, y permitirle que reine en nuestros corazones. Solo así habrá una blanda respuesta de nuestra parte en tiempo de confrontación y por ende, las razones de violencia perecerán.

II. LA HUMILDAD PERMITE DESENTENDERSE DEL PROPIO PRESTIGIO

El principal problema del ser humano es pensar en sí mismo egoístamente sin pensar en los demás. Si Jesús hubiera tenido este mismo patrón de conducta, nunca hubiéramos obtenido la salvación por gracia; pero Cristo se humilló a sí mismo por nosotros, para que nosotros fuéramos libres del pecado y de la condenación; y al mismo Jesús, esto le generó al final la satisfacción de nuestra redención, y además fue exaltado por el Padre dándole un nombre que es sobre todo nombre.
La humildad no es bien asimilada en el andar diario del hombre porque es considerada como una muestra de debilidad; pero muy al contrario, cuando hacemos las cosas pensando en el bienestar de los demás, Dios se agrada y nos exalta trayendo bendiciones a nosotros que realmente no esperábamos.
Cuando ayudas a otros, cuando te desprendes de toda altivez y egocentrismo, Dios se encarga de exaltarte públicamente sin que tú se lo estés pidiendo. Él considera el esfuerzo que hacemos por ser humildes, ya que el hombre posee una naturaleza pecaminosa, y no está entre sus virtudes propias el humillarse.
Si eres de esas personas que realizas un trabajo con mucho esfuerzo y dedicación, si das lo mejor de ti pero realmente nadie lo nota, y los créditos siempre se los llevan otras personas, y si aún así estarías dispuesto a hacer ese mismo trabajo una y otra vez a pesar de que nadie te lo reconoce, entonces estás encaminado en la humildad.
Si se trata de una persona que habitualmente resalta tus defectos públicamente, y aun así mantienes un respeto hacia ella, entonces ya estás enfrentando tu propio desafío de humildad. Todos seremos desafiados, todos tendremos alguna vez la oportunidad de hacerle frente a las dificultades con humildad, y Dios estará allí para ayudarnos.

III. LA HUMILDAD QUE QUIERE DIOS

Muchos hombres y mujeres de Dios en la biblia, fueron maltratados y humillados a causa de su fe en Dios, y muchos de ellos podían escoger negar al Señor para evitar esa humillación; sin embargo, resistieron el maltrato por amor y fidelidad a Dios.
Tal fue el caso de Jeremías y muchos otros profetas de Dios, quienes debían estar en posiciones de honor porque eran los mensajeros de Dios para los reyes y los pueblos en aquel tiempo; sin embargo eran humillados por decir lo que Dios les había ordenado que dijesen.
¿Cómo podríamos llamarnos cristianos sin ser como Cristo, sabiendo que Cristo se humilló hasta lo sumo, y que siempre buscó exaltar al Padre? Nuestra posición en Cristo y nuestro testimonio siempre estará en juego cuando se trata de humildad.
La forma en la que reaccionamos con nuestros semejantes, la manera en la que manejamos nuestra conducta al servirlos, siempre debe estar inclinada a buscar agradar a Dios. La Biblia nos enseña a hacer todas las cosas como para Dios y no para los hombres (Colosenses 3:23). Esto quiere decir que busquemos agradar a Dios y no a los hombres.

EN CONCLUSIÓN

Es imposible pretender servir al Señor con aires de grandeza, mirando a otros por encima del hombro, o siendo altivos en nuestra manera de reaccionar, como si fuésemos personas intocables. El concepto y el modelo de humildad que nos debe caracterizar están descritos en la persona de Jesús. Él mismo tuvo muchas razones para destruir a todos los que lo humillaban y ofendían, y sin embargo sus reacciones nunca fueron violentas.
Cuando hay carencia de humildad en una persona, muchos problemas le rodean; por el contrario, una persona humilde siempre tendrá las puertas abiertas. El llamado de Dios es para que permanezcamos rendidos delante de Él; humillados y entendiendo que de Él es toda la gloria por los siglos de los siglos.
De esta forma, cuando las dificultades se levanten, Él nos dará la capacidad de mantenernos en humildad y mansedumbre como Él mismo lo hizo, y entonces Él se encargará de nuestros enemigos, y también nos exaltará a nosotros en su tiempo perfecto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario