Querido Dios:
Seré muy sincero contigo porque hay cosas que trato de comprender y por más que lo intento, no lo logro. Estoy seguro de que tus caminos y pensamientos son mejores que los míos, pero en este preciso momento no logro verlo ni entenderlo de esta manera.
Por lo tanto acudo a ti buscando ayuda y paz. Dame control y serenidad para saber aceptar lo que es tu voluntad con humildad, y sabiendo que aunque ahora yo no lo entienda, Tú conoces lo que es mejor para mí.
Yo estoy lleno de buenos deseos y en mis criterios a veces creo que lo que escojo es lo mejor, sin embargo Tú me haces ver que estoy equivocado. Pues con el pasar del tiempo descubro que algunas cosas no eran exactamente como yo las pensaba o planificaba.
En ocasiones, entrar en tu tiempo me lleva tiempo (valga la redundancia). Porque a veces el orgullo o el deseo de querer ser independiente, me aparta, me va alejando, y luego, cuando caigo en la perspectiva de la realidad, tomo la senda que desde el principio debí escoger porque era la mejor elección. Aún así tienes misericordia de mí y me encaminas.
Con toda humildad me presento ante ti y reconozco…
Que mi razón está convencida de que el único sendero cierto y seguro es ese por donde Tú me conduces.
Que mi razón está convencida de que el único sendero cierto y seguro es ese por donde Tú me conduces.
Dame prudencia, hazme sensato, que mis oídos sean receptivos a tu voz. Apega por siempre mi corazón al tuyo para que pueda identificar con facilidad cuáles son tus designios. Exhala tu voluntad en mí. Este humilde vaso te sigue pidiendo, Alfarero, que seas Tú quien le des forma, aunque tengas que romperlo y perfeccionarlo muchas veces.
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