La bandera del cristianismo es algo mucho más profundo que un diseño sobre tela; la bandera de los cristianos es un símbolo santo que tiene un sello eterno en nuestro corazón.
La bandera cristiana es utilizada para representar a todas las denominaciones cristianas y no está restringida para ninguna nación. Fue concebida el Domingo 26 de septiembre de 1897 en la capilla Brighton, Coney Island en Nueva York.
Su diseño corresponde a Charles Overton en 1897. La cruz roja significa la fe cristiana, el amor de Dios al hombre y la promesa de la vida eterna. El azul representa el cielo y el blanco significa la pureza, la inocencia y la paz.
Un estribillo de una canción cristiana dice así: "Rindo lealtad a la bandera cristiana y al Reino de Dios que ella representa. Una hermandad de los nacidos de nuevo, salvados por la Sangre de Jesús".
Este estribillo toma formas diferentes en distintos países del mundo; pero siempre tiende a significar lo mismo aunque se entone con diferentes palabras.
Estos párrafos anteriores solo dan una perspectiva histórica y tradicional de lo que han tomado muchas denominaciones evangélicas como La Bandera Cristiana.
La realidad bíblica y teológica es que la verdadera bandera de los cristianos debería ser la cruz de Cristo, y no hay otro símbolo más excelso que éste.
Es el Santo sacrificio de Cristo, quien toma el lugar de todos nosotros, los pecadores, muriendo en la cruz por nuestros pecados y por nuestras faltas, el que debe ser el único estandarte, elocuente, maravilloso y digno, que debe izar como bandera todo creyente.
Es imposible expresar con palabras lo que significa la muerte expiatoria de Cristo. No hay libro, pluma o forma de explicar por completo ese misterio de la redención de nuestras almas por su muerte en la cruz del Calvario.
Este es el acontecimiento más importante y trascendente de toda la historia de la humanidad. Mediante el sufrimiento de Jesucristo se cancelan, borran y perdonan todos los pecados presentes y futuros de los redimidos, de aquellos que Dios ha predestinado desde las Edades Eternas en su Santa y Soberana voluntad, y no hay más que explicar sobre este tema. Véase (Romanos 8:30).
Pero lejos esté de mí
gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo,
por quien el mundo ha sido crucificado para mí,
y yo para el mundo.
Gálatas 6:14
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