Las palabras del Señor parecen ser, a primera vista, un poco contradictorias. Por un lado afirma que el mundo ha rechazado a sus discípulos, precisamente porque pertenecen a otro reino completamente diferente. Diferencia en estilo de vida, en valores y en compromisos, todo se conjuga para hacer evidentes las faltas de los que están identificados con este presente siglo malo. El resultado es, para los que están en Cristo, conflicto y persecución.
En la siguiente frase, sin embargo, Jesús le pide al Padre exactamente lo opuesto de lo que hubiéramos pedido nosotros: que no los quite del mundo. Es lo opuesto de lo que, instintivamente, haríamos nosotros, porque creemos siempre que lo mejor que le puede ocurrir al otro, si está dentro de nuestras posibilidades hacerlo, es que le evitemos pasar cualquier momento de dificultad. Pero Dios nos ha bendecido para que seamos de bendición a todos los que él pone en nuestro camino para bendecir.
Cristo aclara en su oración, que los discípulos no son del mundo. Por esta razón no solicita en ningún momento, que se sientan cómodos en este entorno. A pesar de esto, muchos hijos del Señor están dedicados a buscar la manera de pasarlo lo mejor posible en la tierra, mientras caminan a la eternidad.
Debemos meditar en este pedido que le hizo al Padre: «No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal.» ¿Cuál es la razón de esta petición? Es que hemos sido llamados a cumplir una misión, no en otro lado, sino en esta misma tierra donde vivimos. Dios nos ha bendecido para que seamos de bendición a todos los que él pone por nuestro camino para bendecir. «Como el Padre me envió, así también yo los envío ahora a ustedes.» (Juan 20.21) Esta es una parte esencial del llamado de todo discípulo de Cristo.No es posible cumplir este llamado si no estamos en el mundo, ¡precisamente rodeados de aquellas personas que nos rechazan! Debe causarnos un poco de tristeza, entonces, notar que la iglesia en muchas oportunidades se aísla del mundo, refugiándose en una multitud de actividades que tienen como objetivo bendecir a aquellos que ya han sido bendecidos. Los pastores, por ejemplo, imponen este mismo estilo a los que se convierten, pues apenas se han insertado dentro del cuerpo comienzan a cortar los vínculos que tienen con la gente del mundo. Dicen que es para protegerlos de la influencia de los que andan en pecado. Lo que en realidad están logrando es frustrar la oración de Cristo, que específicamente le pidió al Padre que no sacara a nadie del mundo.
Más bien, debemos buscar la forma para que, estando activamente involucrados en el mundo, Dios los guarde del mal. Esto es lo que pidió Cristo, y no debemos hacer menos que Él. Si salimos del mundo, le damos la espalda a nuestra vocación. Y sin vocación de servicio, no podemos ser discípulos.
- ¿Tiene usted amigos del mundo?
- ¿Cuánto tiempo les dedica?
- ¿Se sienten amados por usted?
- ¿Cuánto tiempo pasa con sus hermanos en la fe?
No hay comentarios:
Publicar un comentario