miércoles, 20 de febrero de 2019

La Luz y la sal del mundo

EL SERMÓN DEL MONTE

“LA LUZ Y LA SAL DEL MUNDO”

Lectura: Mateo 5:13-16


El sermón del monte es una predicación hermosa que Jesucristo pronunció, se cree, sobre el monte ahora conocido como Monte de las Bienaventuranzas. En esta preciosa predicación, Jesús nos dejó unos fundamentos sólidos para construir nuestra vida y para cambiar nuestra perspectiva de ella. Es muy importante que pongamos atención en la importancia de esta hermosa predicación para aplicarla a nuestra vida diaria, predicación que tiene tanta vigencia hoy como la tuvo cuando fue enseñada por primera vez:

La luz y la sal del mundo

Esencia y acciones, son los dos temas principales abarcados por los dos pasajes que encontramos en la lectura.
En ambos se hace una referencia a nuestra esencia como cristianos: somos luz y somos sal. Esto no es algo que ganemos por nuestro propio esfuerzo; es algo que Dios pone en nuestros corazones por el hecho de convertirnos en creyentes. Dios construye en nosotros una esencia espiritual renovada, haciéndonos renacer por su palabra en nuevos seres de quienes nace un anhelo ferviente de justicia y misericordia.
Sin embargo, Jesús nos enseña que no basta con ser quienes somos por la obra de Dios, ya que nuestras obras deben demostrar que somos cristianos. La sal sin sabor o la luz escondida no tienen ningún valor a pesar de ser lo que son; de la misma forma, un cristiano que no actúa de forma misericordiosa en el mundo no tendrá valor alguno.
Alguien dijo alguna vez que lo único que necesita el mal para triunfar es que las personas buenas se queden quietas. El mismo argumento presenta Jesús mediante estas metáforas. La enseñanza es simple: Es tan malo ser malo como ser bueno y no hacer nada.
La consecuencia de esto (de ser cristianos sin obras de misericordia y amor), es que no tendremos ningún valor para el mundo ni daremos gloria a Dios. Seremos desechados y pisoteados, seremos la burla del mundo y, además, no cumpliremos con el propósito de Dios para nuestras vidas.
Esta situación se asemeja a la parábola de los talentos, cuando el hombre a quien su señor dio solo un talento no hizo nada productivo con él y recibió castigo por ello. Debemos tener un temor reverente por esto, debemos esforzarnos por evitar ser castigados por no hacer el bien cuando pudimos hacerlo, pues Dios nos lo demandará.
Posteriormente, Jesús nos enseña que el objetivo que tenemos es ser luz y sal: hacer que el mundo dé gloria a Dios.
Somos agentes del Reino, somos siervos de Dios y somos heraldos de su Gloria. Nuestro objetivo, con nuestras buenas obras, no es otro que el de conseguir que las personas se acerquen a Dios y le den la gloria que Él merece.
Todos fuimos creados por Dios con el único propósito de darle gloria al ser receptores de su amor. No debíamos ser creados, pero Dios quiso crearnos para darnos su amor y recibir la Gloria que merece como Creador. Pero el pecado creó una barrera que impide la comunicación entre el amor de Dios y su creación. Al hacer buenas obras, las personas estamos derribando esa barrera y enseñando al mundo que Dios existe y que los ama.
Para finalizar, veamos algunas formas en que somos luz y sal del mundo:
1. Cuando brillamos: Somos luz del mundo cuando iluminamos el camino de los demás. Cuando alguien está perdido y no sabe qué camino seguir, y llegamos en su auxilio mostrando el camino de Dios y sus beneficios eternos.
2. Cuando ayudamos al prójimo: Jesús nos enseñó claramente a dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, recibir al extranjero, vestir al desnudo, visitar al enfermo y a quien está en la cárcel. Cuando hacemos esto, estamos mostrando el amor de Dios al mundo y estamos ganando gloria para nuestro Dios.
3. Cuando levantamos al caído: Cuando vemos que algún miembro de nuestra congregación se aleja de Dios, cae en algún pecado, tropieza por una mala decisión o se equivoca de alguna manera; somos luz que brilla cuando nos ocupamos de levantarlo con nuestra oración y consejo sincero.
4. Cuando conservamos lo correcto: La sal ayuda a conservar la comida. Los cristianos debemos ser los protectores de lo que es correcto y justo delante de Dios.
5. Cuando vivimos la vida de forma feliz y pacífica: La sal también sirve para dar sabor a las comidas. ¡Imagina un mundo sin sal! Ciertamente, sería muy triste e insípido. De la misma forma, los cristianos debemos dar sabor a la vida de las personas; debemos mostrar alegría, felicidad y paz en nuestra cotidianidad para que el mundo nos vea y entienda que solo en Dios nuestra alma encuentra reposo.
“Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos,
Ni estuvo en camino de pecadores,
Ni en silla de escarnecedores se ha sentado;
sino que en la ley de Jehová está su delicia,
y en su ley medita de día y de noche.
Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas,
que da su fruto en su tiempo,
y su hoja no cae;
y todo lo que hace, prosperará”
Salmo 1:1-3

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