viernes, 18 de mayo de 2018

La Caverna Misteriosa

La leyenda cuenta acerca de un suceso real del que se ha derivado parte a fantasía, transmitida ésta de generación en generación: 
En cierta ocasión, una mujer muy pobre, y cargando a su hijo, pasó frente a una caverna, cuando repentinamente escuchó una voz que salía desde allí, diciendo: “entra y toma todo lo que desees, pero no te olvides de lo principal, y recuerda que una vez que salgas, la entrada se cerrará para siempre. Por lo tanto, aprovecha la oportunidad, sin olvidar lo principal”. 
caverna misteriosaLa mujer entró en la caverna y se encontró ante una gran cantidad de oro y joyas; dejando al niño sentado en el suelo, fue acumulando en su delantal lo que más podía. 
“Tienes ocho minutos”, dijo la voz misteriosa. 
Terminados los ocho minutos, corrió hacia la entrada llevando el oro y las joyas, y al salir, la puerta se cerró para siempre. Allí se dio cuenta de que su hijo había quedado en el interior de la caverna. Tenía riquezas, sí, pero se había olvidado de lo principal.
Hay quien todo el día codicia; pero el justo da, y no detiene su mano. Proverbios 21: 26.
Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Filipenses 4: 6.
No existe nada más perjudicial que la ambición, “el deseo intenso y vehemente de conseguir una cosa difícil de lograr, especialmente riqueza, poder, o fama”. Anhelar y luchar por tener cosas como algo prioritario, puede provocar que se desvíe la atención de lo que es realmente importante, como la familia, la salud, la práctica de valores y principios, como son la buena relación con los demás, el compañerismo, la amistad, o la comunión con Dios. 
El progreso sí forma parte de la voluntad de Dios para los hombres. En esto, la Biblia es muy precisa, porque dice que el primer objetivo del hombre o la mujer al tener un trabajo remunerado, es para bendecir a los que no tienen: El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad. Efesios 4: 28. Aún así, es bueno saber también que el afán está a la misma altura que la ambición, lo que hace necesario chequearse interiormente para no caer en semejante condición.

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