Hablar de la espera es un tema fácil para quien lo dice, pero difícil para quien tiene que hacerlo. Saber que el tiempo pasa y la respuesta no llega es doloroso. Estas palabras van dedicadas a quienes están esperando la respuesta de Dios y no la han recibido, a quien se ha cansado de orar y llorar, y no ve terminar su difícil situación.
Oramos a Dios por algo de muchas formas, en muchas ocasiones, en diferentes momentos, y la respuesta simplemente “no llega”; entonces piensas si estás haciendo algo mal, si no eres bueno, si no lo mereces, hasta si estarás pagando por algún error que cometiste; toda clase de pensamientos pasan por nuestra mente cuando estamos esperando que algo se cumpla, lo que hace que olvidemos que Dios actúa de maneras sorprendentes e inimaginables, y pensamos que a Él pareciera no importarle lo que hicimos o lo que nos merecemos. Él simplemente se dedica a amarnos y a hacer lo que sea para que estemos bien.
Si has pensado que ha pasado mucho tiempo desde que expusiste a Dios tu necesidad, no es un tiempo perdido. Dios también nos prepara para que en el momento que Él responda estemos listos para recibir lo que quiere darnos. Quizá pienses... ¡pero llevo años esperando! Dios conoce tu anhelo, pero está preparando algo más grande de lo que piensas.
Dios sabe lo que sientes, qué piensas y qué estás pasando en estos momentos, pero Él siempre tiene una manera de recordarnos cuánto nos ama y todo lo que está dispuesto a hacer; no pienses en el tiempo que ha pasado como si fuese un camino muy largo, pues a pesar de que ya has caminado mucho por esa senda, ten por seguro que estás más cerca de llegar a la meta, a la tierra prometida.
La fidelidad de Dios sobrepasa todo entendimiento. No importa el tiempo ni las circunstancias, ÉL NO SE HA OLVIDADO DE TI.
Pidámosle a Dios que podamos conocer ese amor, que es más grande de lo que podemos entender, para recibir todo lo que Dios tiene para darnos. Y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios. Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros. Efesios 3;19-20
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