miércoles, 5 de diciembre de 2018

Un aguijón en el cuerpo

Pues el pecado es el aguijón que termina en muerte, y la ley le da al pecado su poder. ¡Pero gracias a Dios! Él nos da la victoria sobre el pecado y la muerte por medio de nuestro Señor Jesucristo. ‭‭1 Corintios‬ ‭15:56-57‬ NTV
El pecado es un aguijón dentro del ser humano que está haciendo su efecto, produce un veneno que terminará con ese cuerpo. Este aguijón está de manera permanente en el cuerpo, de manera que es imposible sacarlo, y cada vez que este aguijón o pecado es tratado humanamente de remover, encontramos que hay un poder conferido por la ley a este aguijón.
Resultado de imagen de Un aguijón en el cuerpoLa ley determina que este aguijón es imposible de sacar. La ley aumenta este poder del pecado en el área corporal, de manera que todo lo que hagamos humanamente para sacar el aguijón o pecado del cuerpo ya afectado será imposible, y éste está ya corrompido a causa del efecto de este mal.
De manera que, al tratar de encontrar una parte del cuerpo limpia, vemos que ya está todo contaminado; la ley le da poder a ese aguijón o pecado que está incrustado hasta lo más profundo.
Entonces, estando este aguijón del pecado tan incrustado, ¿cuál sería la forma de sacarlo?
Aquí está el secreto: el que ha venido a Cristo comienza a reconocer que en su vida hay un tóxico o aguijón o pecado que lo hace enfermo, y que cada vez que intenta retirarlo aún se incrusta más; pero sucede en estos, que ya se dieron cuenta, que la Gracia de Dios es la única que puede y va a solucionar este problema de toxicidad del aguijón o pecado, ya que refuta esa ley que le da poder al aguijón y que lo hace permanentemente incurable de forma humana.
Debemos dar gracias a Dios porque Jesucristo nos haga aptos, que nos libere de ese poder, visible cuando dejemos este cuerpo corruptible.
¿Por qué entonces nos dedicamos las personas a juzgar a otras?
Sí, juzgamos porque nos valemos de la letra de la ley, y cuando se la aplicamos a otras personas y no a nosotros mismos, nos sentimos como seres celestiales con ese poder de juzgar; pero nos engañamos a nosotros mismos pues ese mismo mal está en nosotros también, pero no lo exponemos. Solo Dios puede ver dentro de nosotros, por lo que seguimos siendo jueces errados.
Es como un juez que tiene la investidura para juzgar a otros en el momento de una sentencia. Ese juez debe ser apegado a la ley, pero se da cuenta que muchas veces el estar apegado a la ley le generará un conflicto en el momento de juzgar a alguien que es amigo suyo o familiar.
Dentro de él mismo hay algo que no desea hacer sufrir nefastas consecuencias, pero la ley le exige lo que está escrito.
Pablo luchaba con este problema, y trata de explicar en Romanos 7 que hay un problema dentro del ser humano que humanamente no es posible curar, pero hay una salida con la ayuda de Jesús, con El Espíritu Santo.
Jesús murió por nuestros pecados, haciéndose a sí mismo pecador al llevar todas las culpas de todos los que en verdad creen que Él ya pagó la deuda de la carne, la cual no podía ser liberada sin que hubiera un sacrificio, una carne por otra.
Entonces, una carne sin pecado (incorruptible) hizo el pago de una carne pecadora corrupta, que no tenia solución por llevar dentro el aguijón de la muerte y el poder del pecado cuando la ley lo remarcó.
Pablo dijo que daba gracias a Jesús por ser el único que podía liberarlo a él y a la raza humana, y es esa Gracia salvadora.
De manera que todos estamos en un valle de leprosos, y mientras estemos en este valle estamos siendo faltos de entendimiento cuando nos juzgamos unos a otros.
Y cuando un leproso sale del valle a través de su fe en el que ya pagó todo, al estar fuera de ese valle es incapaz de juzgar el mal de los que están en el mismo, y lo que hace es ir a rescatar a otros y decirles que hay una salida para poder ser libres, y esta única salida es creer en el que ya pagó la deuda, ese es Jesús.
Pero resultará que muchos no van a creer en ese mensaje solo porque verán a esa persona siempre con su misma carne, aunque su mente ya no es la misma; ahora es servidor de Jesús y no del pecado, y se liberó de los prejuicios y ese juzgar a otros, dándose cuenta que los que juzgan aún necesitan ser salvados y restaurados.

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