viernes, 14 de diciembre de 2018

Dios con nosotros

Éxodo 13:21-22 y 33:2-3
Se dice que en una batalla que dirigía el Duque de Wellington, una parte de su ejército estaba cediendo ante el enemigo, cuando de pronto un soldado vio al Duque entre los soldados combatientes, y el soldado gritó con voz estruendosa y jubilosa: “¡Aquí está el duque! ¡Dios lo bendiga!
El mismo soldado, dirigiéndose a todos sus compañeros gritó: ¡Me gusta más ver la cara del Duque, que a todos los otros soldados!” Los demás soldados, al oír esto, volvieron sus rostros hacia donde estaba el Duque de Wellington; al verlo se reanimaron, recobraron la serenidad y el valor, y decían: “¡El que nunca ha sido derrotado ni lo será con nosotros!” Y pronto consiguieron su objetivo: derrotar al enemigo.
El pueblo de Israel se encontraba esclavizado en Egipto. Dios escucha el clamor de Su pueblo y envía a Moisés para así liberarlos del yugo de Faraón. Los capítulos previos al citado, nos narran lo que Dios hizo a favor de la libertad de su pueblo, abrirles la puerta para ser libres, y además guiarlos a la tierra que les había dado por promesa.
Resultado de imagen de Dios con nosotrosPoco antes de atravesar el mar y de que Dios lo abriera, los israelitas acampan en Etam a la entrada del desierto, y entonces ocurre un hecho maravilloso del que Dios quiere que aprendamos que Él siempre nos acompaña en esta vida rumbo a la patria celestial, que es el cielo.
Lennin dice en su libro Socialismo y Religión: “La religión es el adormecimiento con la esperanza de una recompensa celestial a quien pena toda su vida en la miseria, le enseña paciencia y resignación". Esto es una mentira, pues en medio de todos los momentos de nuestra vida podemos y debemos estar seguros de que Dios va con nosotros, y nos guía por los mejores caminos hasta llegar a la eternidad.
I. Dios nos guía (verso 21) “Y Jehová iba delante de ellos… para guiarlos por el camino…”
Dios inicia la salida de Su pueblo, y no solo da la orden de salir, sino de tomarlos de la mano e indicarles el camino hacia donde deben dirigir sus pasos. Dios no solo les dice que salgan, sino que les dice a través de Moisés como quiere que lo hagan. Pero además el Señor no solo les indica hacia donde deben salir, sino que Él mismo al frente de ellos les indicaba la ruta hacia la tierra prometida.
Si se nos pidiera que definiéramos la palabra Siervo, podríamos decir algo así: “Una persona que hace lo que se le indica”. Palabras más, palabras menos, la mayoría de nosotros diríamos algo parecido, sin embargo el concepto bíblico es diferente; como ejemplo pensemos en el barro y el alfarero (como lo ilustra Jeremías); el barro en manos del alfarero toma su forma, pero ya terminado, si no está en manos de su hacedor no sirve para nada.
Es necesario permanecer cerca del creador para que él guíe nuestros pasos. Dios no solo se conformaba con desear hacer algo a favor de los suyos, sino que además tomó la iniciativa buscando al hombre idóneo: Moisés. Pero aún hay más, Dios era el guía de Moisés, éste no estaba solo coordinando la salida del pueblo, sino que Dios le daba instrucciones precisas para salir.
Dice el texto que, “en una nube de día y columna de fuego por la noche” Dios les señalaba el camino por donde debían andar para llegar a la meta. La nube de día y la columna de fuego era ¡Dios mismo! guiando a su pueblo. Moisés era un instrumento, pero la totalidad de los que salieron de Egipto observaron la nube y la columna de fuego. Moisés iba al frente, pero delante de Moisés iba Dios marcando la ruta de Israel.
No podía haber error, pues el Creador daba las señales. La iglesia del Señor debe ser guiada por la cabeza que es Cristo, y como tal tiene la visión y propósito para su pueblo. Es el Señor el que debe guiar nuestras vidas en lo particular y en lo congregacional. Este evento animaba a Moisés a adentrarse al desierto, animaba al pueblo a sortear todos los peligros, pues veían la presencia de Dios guiándoles.
II. Dios con nosotros (verso 22) “Nunca se apartó del pueblo la columna de nube durante el día, ni la columna de fuego durante la noche.
El otro aspecto importante es que esta nube que guiaba de día y la columna de fuego que lo hacía de noche, era Dios mismo con los suyos. Además esta presencia del Señor era continua, pues de día y de noche estaba presente.
El Salmo 121; 4 dice: “no se dormirá el que te guarda; Dios no descansa los 365 días del año, todos los años de nuestra vida. Él está pendiente de nosotros, y nosotros debemos ser conscientes de esto. En muchas ocasiones el pueblo de Israel se sintió desamparado como muchos de nosotros, pero Jesús dijo: He aquí estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo (Mateo 28: 20).
El nombre que el ángel da a María cuando le es anunciado el nacimiento del Salvador es Emmanuel, que traducido es “Dios con nosotros”. A lo largo de la historia de la humanidad Dios ha estado presente, no como testigo mudo sino activo y a favor de los que le temen.
Recientemente fuimos testigos de la guerra y derrota de los Talibanes de Afganistán a manos de los Estados Unidos; ¿pero usted sabía que el principal líder Talibán declaró que Jesús no era Dios y que regresaría como un musulmán para adorar a Alá?
Lo cierto de todo esto es que miles o millones de creyentes en todo el mundo al escuchar esta herejía, suplicaron a Dios que manifestara su presencia. Ahora, el pueblo que nunca antes había sido conquistado es derrotado, y el líder es prófugo de la justicia humana y divina. Dios acompaña a los suyos siempre que estos desean esta compañía.
III. Nosotros podemos apartar su presencia (Génesis 33: 2-3) “Yo enviaré delante de ti el ángel, y echaré fuera al cananeo, al amorreo, al heteo, al ferezeo, al heveo y al jebuseo. Subirás a la tierra que fluye leche y miel, pero yo no subiré contigo, no sea que te destruya en el camino, pues eres un pueblo muy terco.
El libro del Éxodo nos sigue narrando todos los eventos que siguieron a esta bendición de que Dios los acompañara en su salida de la esclavitud egipcia, rumbo a la tierra prometida. Dios abre el mar y el pueblo pasa en seco, Israel llega al monte Sinaí donde Moisés recibe las tablas de la ley, y un poco antes de que Moisés descienda del monte con la ley, el pueblo se corrompe mandando hacer un becerro de oro para ofrecerle honra y sacrificios; posteriormente viviendo de manera desenfrenada, comiendo, bebiendo en exceso y bailando una danza sensual, dejando escapar sus pasiones.
Dios se enoja con ellos por su idolatría y desenfreno, y la consecuencia es que Dios dice a Moisés que continúe su camino hacia la tierra prometida PERO en Su lugar irá un ángel; ya no iría Dios delante de ellos pues son un pueblo rebelde y necio que de continuo se desvía al mal. Sin embargo, la historia nos dice que Moisés intercede por el pueblo para que Dios vaya con ellos, renovando el pacto de la presencia de Dios con Su pueblo.
Los creyentes de este tiempo somos iguales a Israel en que nos desviamos del propósito divino, dejándonos llevar por los placeres de la vida material y satisfaciendo nuestro egoísmo en cosas que el mundo nos da. El recurso del arrepentimiento debe ser utilizado por nosotros como iglesia, para seguir continuando con la continua presencia de Dios en nuestra vida, en este andar por la vida rumbo a la Jerusalén celestial.
La iglesia del Señor goza de la presencia de Dios de manera constante, guiándonos por la ruta correcta a hacer Su voluntad. Al igual que los soldados del Duque de Wellington se alegraban y recobraban fuerzas, cuando se percataban de que su líder estaba con ellos y por eso triunfaban, nosotros debemos darnos cuenta de que Dios está con nosotros todos los días hasta el final de los tiempos.
Pero, ¡ay de nosotros! que creyendo y convenciéndonos de que Dios está ausente y tarda, nos corrompamos como el mundo lo hace, pues entonces de lo que sí podemos estar seguros es de que Dios dejará de estar con nosotros, porque con nuestras acciones y actitudes rechazamos su presencia entre nosotros.

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