miércoles, 14 de noviembre de 2018

Tu voluntad, no la mía

Fíate del Señor de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia (Proverbios 3:5).
Kamil y Joelle quedaron devastados cuando a su hija Rima, de ocho años, le diagnosticaron leucemia. Después, la enfermedad se complicó, y Rima entró en coma. El equipo médico del hospital les dijo a los padres que hicieran los arreglos para el funeral de la niña, dándole menos del uno por ciento de probabilidades de sobrevivir.
Kamil y Joelle ayunaron y oraron por un milagro. «Mientras oremos..., —dijo Kamil—, debemos confiar en Dios, pase lo que pase. Y orar como Jesús: “No mi voluntad, Padre, sino la tuya”». A lo que Joelle respondió con franqueza: «Pero yo deseo tanto que Dios la sane...». «¡Sí! ¡Y debemos pedírselo! —respondió Kamil— Pero honramos a Dios al entregarnos a Él aunque resulte difícil, porque eso fue lo que hizo Jesús».
Antes de ir a la cruz, Jesús oró: «Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya» (Lucas 22:42). Al decir eso, no pedía dejar de ir a la cruz, sino que se sometía al Padre por amor.
Entregar nuestros deseos a Dios no es fácil, y nos cuesta entender su sabiduría en momentos difíciles. La oración de estos padres recibió una respuesta maravillosa, y Rima se sanó.
Jesús entiende nuestras luchas porque, aunque su petición no fue concedida, nos mostró cómo confiar en Dios para toda necesidad.
Padre, confío en tu amor que nunca falla. Hoy me entrego a ti para servirte.
Dios siempre merece nuestro compromiso y alabanza.

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