Fíate del Señor de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia (Proverbios 3:5).
Kamil y Joelle quedaron devastados cuando a su hija Rima, de ocho años, le diagnosticaron leucemia. Después, la enfermedad se complicó, y Rima entró en coma. El equipo médico del hospital les dijo a los padres que hicieran los arreglos para el funeral de la niña, dándole menos del uno por ciento de probabilidades de sobrevivir.
Antes de ir a la cruz, Jesús oró: «Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya» (Lucas 22:42). Al decir eso, no pedía dejar de ir a la cruz, sino que se sometía al Padre por amor.
Entregar nuestros deseos a Dios no es fácil, y nos cuesta entender su sabiduría en momentos difíciles. La oración de estos padres recibió una respuesta maravillosa, y Rima se sanó.
Jesús entiende nuestras luchas porque, aunque su petición no fue concedida, nos mostró cómo confiar en Dios para toda necesidad.
Padre, confío en tu amor que nunca falla. Hoy me entrego a ti para servirte.
Dios siempre merece nuestro compromiso y alabanza.
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