viernes, 2 de noviembre de 2018

La gran pregunta de Dios

MIQUEAS 6:1-4
El profeta Miqueas es uno de los profetas menores, y su ministerio fue dedicado tanto a Israel como a Judá, los dos reinos. El mensaje que Dios envió por medio de él fue para que el pueblo reconociera su infidelidad a pesar de la bondad de Dios hacia ellos.
El nombre Miqueas significa ¿quién como Jehová? El Señor le estaba recordando a su pueblo que ninguno de sus dioses falsos podía hacer las maravillas que Él había hecho con ellos.
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Podemos ver en el texto, que nuestro Dios le hace a Israel una pregunta dura, impactante, triste. Pero tenía que hacerlos reaccionar, y no solamente a ellos sino también a nosotros sobre nuestra actitud hacia Dios, este Dios que ha hecho maravillas en nuestra vida.
Vamos a reflexionar sobre la gran pregunta de Dios a su pueblo, del cual nosotros también formamos parte. Analicemos el texto versículo por versículo para tomar las enseñanzas para nuestra vida:
Versículo 1 Oíd ahora lo que dice Jehová: levántate, contiende contra los montes, y oigan los collados tu voz“.
Oíd lo que dice Jehová, no son palabras de un hombre, no es un reclamo de un amigo, es un reclamo de Dios para nuestra vida, por lo tanto, vale la pena poner atención y reflexionar sobre lo que Él tenga que decirnos.
Lamentablemente muchas veces nos importa más lo que digan las personas o lo que piensen las personas que lo que piensa nuestro Dios; se nos olvida que Dios también tiene sentimientos y que muchas veces con nuestras actitudes lo dañamos, lo entristecemos.
Versículo 2 “Oíd, montes, y fuertes cimientos de la tierra, el pleito de Jehová; porque Jehová tiene pleito con su pueblo, y altercará con Israel“.
El señor no tiene pleito con los inconversos. Él está hablando con nosotros, su pueblo, con su iglesia, o sea con sus hijos.
Al Señor no le molesta la indiferencia de los inconversos, no le duelen las actitudes de soberbia o de altanería de los que no son sus hijos. A Él le duelen las actitudes de indiferencia y de soberbia de nosotros, sus hijos, que nos llamamos hijos de Dios pero no lo honramos como nuestro Padre (Malaquías 1:6)
AHORA VEAMOS LA GRAN PREGUNTA DE DIOS: Miqueas 6:3 “Pueblo mío, ¿qué te he hecho, o en qué te he molestado? responde contra mí“.
Qué pregunta más impactante de Dios para su pueblo, y para nosotros también sería igual de impactante: Iglesia mía, hijo mío, ¿qué te he hecho?, ¿en qué te he molestado?
Él nos pregunta: ¿En qué te he dañado para que no me busques?, ¿qué mal viste en mí para que no me sigas, para que ya no ores, para que no leas mi palabra, para que ya no quieras congregarte en tu iglesia, para que ya no quieras servirme en tu ministerio?
Dios nos diría a muchos de nosotros: Te pudieron haber fallado los hermanos o el pastor porque son seres humanos débiles y pecadores como tú, pero ¿Yo que te he hecho? ¿En qué te he ofendido yo?
Tenemos que comprender que muchas veces el Señor está probando nuestra fe y nuestra perseverancia cuando nos sentimos ignorados por las personas, o cuando nos tratan mal, pero no tenemos que rendirnos, como lo vemos en la historia de la mujer Cananea que vino a buscar a Jesús (Mateo 15:21-28).
Versículo 4 “Porque yo te hice subir de la tierra de Egipto, y de la casa de servidumbre te redimí; y envié delante de ti a Moisés, a Aarón y a María“.
El Señor nos recuerda dos cosas muy importantes que Él ha hecho por cada uno de nosotros que somos sus hijos, y tenemos que recordarlas para no abandonarlo y para no darle nunca la espalda.
No se te olvide de dónde te rescaté, no se te olvide como vivías antes de conocerme. Yo te hice subir, tú no vivías como vives hoy, no tenías lo que tienes hoy, no disfrutas lo que hoy disfrutas, yo te hice subir, dice nuestro Dios.
Y no se trata solo de cosas materiales, sino de cosas de mucho valor como la paz que hay en nuestro corazón, el gozo que Dios ha puesto en nuestra vida, la restauración que el Señor ha hecho en nosotros y todas las bendiciones que Dios ha traído a nuestra familia.
No se te olvide que yo pagué tu precio, yo creí en ti, para mí fuiste valioso aunque para otros no lo eras, te rescaté de casa de servidumbre, eras esclavo de muchas cosas.
Tenemos que recordar de cuántas cosas nuestro Dios nos ha hecho libres; recordemos que éramos esclavos del alcohol, de la droga, de la fornicación o del adulterio, esclavos de la culpabilidad que había en nuestro corazón, del odio y del rencor, pero ahora Cristo nos ha hecho libres.
Por eso Dios se hace esa pregunta y nos pregunta también a cada uno de nosotros: ¿En qué te he molestado? Pero a pesar de todo lo que nuestro Señor nos da, lamentablemente, aun así lo abandonamos muy fácilmente, le damos la espalda como si algo malo hubiera hecho en nuestra vida.
El Señor nos hace un llamado para que reconozcamos, agradecidos, su bondad, su misericordia, y su amor para nosotros, y que volvamos a Él; y no abandonarlo significa no dejar tu iglesia, no abandonar tu ministerio, no dejar de servirle. Y si las personas te han fallado, recuerda la gran pregunta de Dios: ¿Qué te he hecho yo?
Reconozcamos todo lo bueno y maravilloso que Dios ha hecho en nuestra vida. Sigámoslo y sirvámosle con agradecimiento (Colosenses 3:23).

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